Un optimista incombustible, que ama la paz y el Estado de Derecho democrático. Por Ernesto Vásquez

Ago 1, 2021 | Opinión

Ernesto Vásquez. Abogado, Licenciado, Magíster en Derecho y académico U. de Chile. Máster y Doctorando en Derecho, Universidad de Alcalá.

Como tantas veces lo he declamado, mi querido profesor Carlos Peña, me rotuló en un libro “Como un optimista incombustible”; mi otro maestro don Mario Garrido Montt, me alentaba en momentos de escepticismo y decía que ese optimismo y creatividad que poseía para enfrentar los desafíos me darían frutos.

Mi profesor de Introducción al Derecho don Jaime Williams, me legó -desde nuestras diversas miradas de la sociedad política- su amor por la docencia, su sello de alegría y su admirable apego al conocimiento, la tolerancia y el júbilo de compartir sus conocimientos con los demás.

El profesor Roberto Nahum, me hizo creer en el compromiso total con lo que uno quería; don Armando Uribe, poco me enseñó de Derecho Minero, más reconozco que no tomé con él dicho ramo sino para conocer más sobre su mirada poética y fue un acierto; en fin recuerdo el rigor profesional de nuestra profesora ayudante doña María Teresa Infante, hoy una mujer referente en materias de Derecho Internacional.

Todos y muchos más, fueron modelando la roca en bruto que pretendía ser un licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales y luego abogado. El camino del Derecho y la paz, la resolución pacífica de los conflictos han hecho que invirtiera algo de este cuarto de siglo como profesional, en lograr pasar de ser un docente o académico, para soñar en ser un Maestro, alguien que -siguiendo a Kalil Gibran- no les entrega sus alas a sus educandos ni les haga repetir como loros sus oraciones, pero que sí los lleve a explorar sus propias mentes y buscar sean arquitectos de su propio destino; es que -como se ha escrito- un profesor cualquiera enseña o instruye, pero un maestro inspira.

Sé que aquello que escuché de otro docente hace años y que internalicé mucho después, es difícil de pedirle a la juventud que lo tenga como un dogma: “Que las notas son un mero accidente”, lo relevante es saber y no siempre el que posee mejores calificaciones es el mejor proyecto de docente. La labor de educador del Derecho se va forjando, con la paciencia y empeño con que se hace el mejor vino que logra que la uva, con empeño y paciencia, entere su proceso.

Siempre hay alguien en el camino que abre alguna puerta, lo viví en Pío Nono gracias a Eric Palma y María Francisca Elgueta, durante más de una década los he acompañado con modestia y esperanza, para lograr recibir y entregar nuevas formas de aportar a la didáctica y enseñanza del Derecho. Luego, conocí a mi amigo Carlos Daza Gómez, que, en la Facultad de Derecho de la UNAM, me hizo parte del claustro académico, un honor que guardo con el mayor orgullo en mi corazón y finalmente, mi maestro Guillermo Escobar Roca, que, desde la Universidad de Alcalá, me ha enseñado que el rigor y el afecto pueden convivir en una vinculación de maestro y discípulo. Recuerdo ahora que he tomado la posta que ellos alentaron en este precario servidor del Derecho, para envolver la enseñanza en las áreas de mi competencia, abrazando el camino de la paz y desdeñar la violencia.

Nuestro país trazó democráticamente una ruta para alcanzar la paz y a diario en nuestros entornos académicos nos esforzamos por acentuar la senda del Estado democrático de Derecho, como el camino razonable y necesario; empero para ello es menester contar con estructuras jurídicas y entidades policiales que hagan eficaz el Derecho, considerando asimismo que frente a la delincuencia y cumpliendo con un deber universal, las comunidades se empoderen y organicen, pues si así lo hacen, la delincuencia no penetra donde todos se auxilian y conocen.

La paz es la visión única y el reproche que el rompimiento de esta ha de ser entregado a las entidades jurisdiccionales que contempla nuestra institucionalidad, sin peros ni excepciones. En este camino ya hace años, he buscado aportar desde la academia, lo que creo puedo hacer bien en favor de mi sociedad, pues si fuera un arquitecto haría las mejores propuestas en el área. Si fuera músico regalaría los tonos adecuados para la estabilidad de mi país y si fuese un agricultor, sembraría la semilla de la paz. Como hombre de Derecho, he propuesto hace años y realizado -con cierta constancia- labores de relatoría a las comunidades, para solidificar los liderazgos positivos y fortalecer las soluciones pacíficas de los conflictos, charlas y cursos a las entidades policiales para mejorar las actuaciones de éstas; he ofertado -siempre ad honorem- estas acciones como un grano de arena que retorno a la sociedad en gratitud por la formación dada por una universidad -como la casa de Bello- pluralista y republicana.

He propuesto últimamente -con poco éxito- cursos sobre Ciencia, Medicina y Sistema Penal; también otros sobre Derecho, sistema penal y economía; en un afán de unir miradas multidisciplinarias y praxis; las puertas se han cerrado en mi alma mater y me han obligado a ofertar tal regalo a otras entidades. La paz es el único camino posible y una sociedad instruida, que no cae en el eslogan, la consigna barata, la oferta del narcotraficante o del delincuente hábil, se ha de topar con esta comunidad fortalecida con sueños y esperanza que abrace el Derecho y rechace la violencia en todas sus formas, el resto es música de mala calidad.

Es que se ha expuesto que la definición de violencia hace énfasis en el uso o amenaza de uso de la fuerza con la intención de dañar y eso es evidente. Se ha dicho por entidades especializadas, por ejemplo, La Organización Panamericana de la Salud, que la violencia es una de las principales causas de muerte en el mundo y origina problemas no solo a las víctimas directas de la misma, sino a su círculo familiar, su entorno laboral y en general a la comunidad. A su turno, la Organización Mundial de la Salud, ha definido la violencia como: “El uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones”.

Es que la violencia doméstica como la violencia social, están pasando a ser las protagonistas en los países de la región, que por lo demás es pionera -desgraciadamente- en la violencia a nivel mundial, una medalla de barro que deseamos jamás haber obtenido en las olimpiadas de la muerte. La violencia es multifactorial en sus orígenes y muy compleja, por ello naturalizarla en nuestra política nacional ha sido uno de los peores errores que se ha cometido por quienes en algún minuto la han justificado. El mejor camino es el Derecho y la paz. Por ello, hemos de enseñar a nuestras futuras generaciones que han de gobernar -nuestros niños y niñas del hoy- que es el legítimo sentir rabia, pero el instinto debe estar controlado por el intelecto, y siguiendo a Confucio, no olvidar que, “El que domina su cólera domina su peor enemigo.” El pasado de nuestra patria nos debe recordar que la polarización trae peores remedios que la enfermedad y el mismo pensador oriental, nos da la ruta: “Estudia el pasado si quieres pronosticar el futuro.” Nos falta cultivar la paciencia, pues como aquel nos indica, “La inconstancia y la impaciencia destruyen los más elevados propósitos.” Y la respuesta más a mano es la mejor inversión: la educación de nuestra gente, así también alguna vez nos dijo don Valentín Letelier: “Gobernar es educar”, y aquello fue afirmado otrora por un gran pensador, Immanuel Kant: “Tan sólo por la educación puede el hombre llegar a ser hombre, aquel no es más que lo que la educación hace de él. El sabio puede cambiar de opinión, el necio, nunca.”

Un gran luchador por la justicia nos dio el camino a seguir, Martin Luther King, declamaba con claridad: “El que es incapaz de perdonar es incapaz de amar. La violencia crea más problemas sociales que los que resuelve y no es el remedio, tenemos que hacer frente al odio con el amor. Tu verdad aumentará en la medida que sepas escuchar la verdad de los otros.” Finalmente, ahora que las mujeres son las justas protagonistas, cabe recordar las hermosas palabras de nuestra sabia poetisa, Gabriela Mistral: “Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú. Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú. Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, hazlo tú. Sé tú el que aparta la piedra del camino”….En fin soy optimista con fe y espero que mi patria herida se reencuentre en el camino de la paz y la amistad cívica, amén y amen -con y sin tilde- es mi modesto deseo para mi amado país.

 

 

 

| LO MAS LEIDO