Que trepar los árboles jamás nos impida ver el bosque. Por Ernesto Vásquez

Sep 12, 2021 | Opinión

Ernesto Vásquez. Abogado. Licenciado, magíster y académico de la U. de Chile. Máster y Doctorando en Derecho Universidad de Alcalá.

Hace algunos años -quizás unos treinta más veinte, para seguir con el eslogan rotulado socialmente- yo era un infante, que en medio de la pobreza llevada con dignidad en los barrios de la antigua comuna de Barrancas -hoy Pudahuel y Cerro Navia- un once de septiembre de 1973, observé que nadie en mi población se alzó para defender el gobierno del presidente Constitucional Dr. Salvador Allende.

Y no es que no tuviera apoyo, que lo había; la verdad es que ante a un golpe de Estado -que condendo absolutamente- de todas las fuerzas armadas y de orden, frente un grupo de rebeldes que poco y nada sabían de guerrillas urbanas, era una misión imposible y pese a algunas aisladas resistencias en la periferia, el golpe mismo fue letal y rápido. Además, cabe decirlo -aunque duela- contó con bastante respaldo ciudadano, el caos y la violencia desatada eran pan de cada día y por cierto, la intervención extranjera hizo lo suyo, nadie que conoce esa historia puede no sintetizar que el fenómeno tuvo causas endógenas y exógenas, el resto es faltar a la realidad evidente; la autocrítica en este tema de líderes de izquierda ha sido incluso sincera.

Recuerdo haber observado ver llorar a una vecina y alegrarse a otro, poco entendía, mi padre tuvo la virtud de no sembrarnos odiosidad ni para un lado ni para otro, en mi hogar lo relevante era la educación y el respeto, jamás mi progenitor me impuso algún pensamiento; incluso aquel era colocolino y nunca fue óbice para que la mayoría de sus hijos fuesen azules eternos.

Volviendo al tema político, nunca es triste la verdad dice Serrat, lo que no tiene es remedio. Hoy que bajo las colinas con más de medio siglo en la tierra no me creo ser el poseedor de la verdad y declamo desde mis imperfecciones mis ideas; empero la madurez que dan los años permiten observar la historia en perspectiva y lograr -buscando que la inteligencia haga su trabajo- evitar caer en la caricatura o el fanatismo simplón, y más bien intentar hacer realidad como académico, la frase del origen de la casa de Bello: “Donde todas las verdades se tocan”; busco tratar de razonar sobre lo acaecido para que no vuelvan a ocurrir los errores del gobierno de Allende y los horrores de la dictadura militar.

La base de ello es eliminar un mito. Seamos claros, el mundo nunca dice que dicho presidente sacó casi un tercio en su elección y ello le obligaba a realizar acuerdos, compromisos pactados que no se cumplieron, ergo, el “Avanzar sin tranzar” que fue el mantra del momento era absolutamente antidemocrático, tanto que el presidente Mujica dijo hace algunos años en Chile, que la vida le había enseñado a cambiar de rótulo, “Tranzar para avanzar”. A decir verdad, mi familia y mis cercanos, no eran partidarios de la UP y tampoco activistas de oposición, eran simplemente pobladores que vivían en medio de este caos social, insertos en una supuesta posible lucha de clases, liderada por gente -paradójicamente- de clase pudiente; quien no conozca el seudónimo de Altamirano o el origen de los Enríquez, es que no sabe mucho de nuestra historia y como ello se repite y es cíclico, uno se ríe cuando desde el Santiago Oriente algunos revolucionarios de boutique azuzan al pueblo que desea un minuto de paz y armonía, y otros inventan la Lista del pueblo y obvio, defienden a los seres que se suponen eran impolutos, para dirigir los destinos de una nueva carta fundamental -que a pesar de algunos seres supuestamente de luz u otros con las revelaciones divinas- confío en que avance la razón y logremos, pese a los anarquistas que siempre han de existir, que dejemos la Constitución del pasado en la historia y construyamos otra, tengo un halo diminuto de esperanza y fe, pero tengo algo al menos. “Es que algunos catones de la virtud social poseen un catálogo de frases y principios y que, si cambia el escenario, poseen otros”, “Quien soy para juzgar esto, si es alguien de mi sector le faltó decir a alguien”.

Como si no fuera suficiente el dolor que los pobres llevan sobre sus hombros, hay grupos organizados y liderados por estos burgueses de clase acomodada, que como Fidel Castro, en un mundo bipolar de la guerra fría, diseñaron un sistema que solo ha conducido al hambre en seis décadas con supuestas virtudes -en medicina y educación- cuyos números no están auditados ni avalados por ninguna entidad externa de prestigio y donde por “proponer protestar hay cárcel ipso facto”, donde hay también desaparecidos y presos políticos denunciados por entidades de Derechos Humanos como Human Rights Watch, que no usan esta bandera como un paño de un sector, sino que la defienden como un principio universal.

Para qué decir de la hambruna y dictadura de Venezuela, tierra hermosa sentada en un pozo de petróleo infinito, se ha transformado en uno de los países más pobres de Latinoamérica donde el poder y el narcotráfico se unen en las sombras para protegerse mutuamente y su diáspora ha provocado que algunos incluso, estén dispuestos a caminar horas y días por el desierto chileno, para ingresar ilegal a un país pequeño que es parar estos, el paraíso de la libertad. Es que hay otros ejemplos peores, grupos terroristas que, en base al miedo, al horror y la violencia en nuestro continente se vestían con las banderas de los más desposeídos como las FARC en Colombia, que dejó solo una estela de dolor.

Por estos lares existen varios ejemplos de grupos que sin la razón y  a punta de enseñanzas e ideologías -que obvio nunca han triunfado logrando sus objetivos- pretendían instaurar en Chile, seamos claros, un régimen autocrático y al menos yo le creo, con un Presidente que pretendía con algo más de sueños que medios, alcanzarlo por la vía institucional y doblegar a sus adversarios en este plan, en un mundo donde había dos ejes de poder la URSS por un lado y USA, por otro, dos potencias que usaban claro está, sus influencias para cada país que “le diera agua a su molino”.

Rememoro ese once de septiembre del año mil novecientos setenta y tres, con una lucidez propia de un niño muy mimado e instruido por su padre y hermanos mayores -con destellos, hoy recuerdo muchas cosas de esa época- y otras obviamente las fui leyendo de la historia y construyendo mis propias posturas, desde mis conversaciones con líderes como Radomiro Tomic (a quien llevamos a la Facultad de Derecho en Pío Nono a fines de los ochenta), con don Gabriel Valdés, con el socialista Ricardo Núñez, cuando fue embajador de Chile en México y con quien nos une el paso por el Liceo Valentín Letelier; así como algunas conversaciones con don Patricio Aylwin (quien nos confesó que era mejor tratado por Clodomiro Almeyda que por los jóvenes DC).

Escuché reflexionar a don Bernardo Leighton, a Adolfo Zaldívar (quien presentó uno de los primeros recursos de amparo en favor de los perseguidos por la dictadura), a Manuel Bustos (quien nos comentó el horror de la dictadura pero las torpezas del mundo sindical absolutamente dominado por ideologías extremas) con María Rozas y con el hijo de Tucapel Jiménez, (cuya  grandeza en como enfrentó su pena es digna de admiración); ello, entre muchísimas personas con las que compartí; por cierto también recuerdo lo conversado sobre el período pre golpe con el  exsenador Ricardo Hormazábal -de quien por un tiempo fui su secretario político-, y hago este punto, porque Ricardo en una oportunidad me contó que “era tal la pugna y polarización de esos años de la UP, que un amigo que había sido su camarada y que se había cambiado de partido hacia la izquierda Cristiana, le dijo literalmente “te estimo mucho, pero si por la causa debo matarte, lo haré”.

Ese era un pequeño ejemplo del ambiente que se respiraba en esos años previo al golpe, luego se vino la oscuridad en materia de respeto a los derechos humanos, varios siendo adolescente nos juntamos a luchar con manos limpias y sin violencia, para lograr bajo el liderazgo de don Gabriel Valdés, una ruta pacífica para derrotar al dictador con un lápiz. De los famosillos de hoy solo algunos recuerdos en esas luchas diarias, otros escondidos en las bibliotecas, hoy son líderes progresistas sin historia.

Luego, vinieron los mejores años que ha tenido el país en toda su historia (obvio desde mi pequeña mirada), los datos matan cualquier relato creo y los números son indesmentibles, es verdad que hubo muchos errores, pero la autoflagelación en política, es difícil de superar cuando acá se le rinde honores al exjuez Garzón (destituido en su país) por su lucha internacional contra Pinochet y de la dictadura de Franco, no se le recuerdan ni presos ni juicios; predicando con la inconsecuencia absoluta.

Acá mal que mal ha habido privaciones de Libertad para los agentes del régimen y es tanto así que el jefe de la DINA murió en dicha condición, ni España de donde viene la prédica de justicia de Garzón se ha hecho algo parecido. Es efectivo que hay una herida muy profunda con muchos desaparecidos que no se sabe de su paradero, es imposible que ningún chileno bien nacido no empatice con ese dolor.

Empero son tiempos de reflexión, donde otros hombres y mujeres han de crear sus nuevas historias y sus épicas. El punto es que el nivel de violencia social naturalizada es muy grave, es un legado de quienes creen que con ellos nació la historia y la república, con gente que tienen una postura hoy y al día siguiente posee otra, (dependiendo del grito de la galería) cuasi líderes que pareciera ser que no han diseñado un norte claro y es que el árbol les impide ver el bosque, pues como decía Séneca: “Cuando un hombre no sabe hacia donde navega, ningún viento le es favorable” y el nivel del debate entre algunos varones candidatos, ha sido tan precario que me hace recordar la ordinariez de un juego de los niños en la población: “Quién orinaba más lejos”. Mal por Chile y su futuro, ojalá que alguien presente un liderazgo basado en el estudio, la experiencia y la calle; obvio que la pura asistencia a las asambleas, el buenismos o millares de marchas -perdón lo conservador- pero no es suficiente, para dirigir un país, ni menos solo declamar principios u orígenes y títulos.

Por cierto, ser independiente no da patente de corso ni es señal de purismo, el sistema político requiere partidos políticos bien fiscalizados y organizados; El Estado debe y necesita contar con las mejores personas que superen las heridas del pasado y se proyecten al futuro, que les duela profundamente la injusticia y la inequidad, pues -siguiendo a Confucio- “En un país bien gobernado debe inspirar vergüenza la pobreza. En un país mal gobernado debe inspirar vergüenza la riqueza”; para ello se requiere gente profesional y bien preparada, dirigentes y gobernantes con vocación y liderazgos claros. Necesitamos educar a nuestro pueblo mejorando la oferta programática de la Televisión pública, desdeñando matinales que solo aportan a la morbosidad y desalientan la creatividad. Hay que hacer un cambio de paradigma con las zonas marginadas, comunas como La Pintana, Alto Hospicio, San Ramón -por nombrar solo algunas- requieren inversiones de calidad, donde estén los mejores profesionales, los más destacados maestros y profesores, la policía mejor dotada y darle vida  a los micro barrios con una mirada urbanística desde lo colectivo entendiendo que la perfección no existe y que es solo el derecho y la democracia, son la forma y ruta para mejorar los conflictos, ni la violencia revolucionaria de otrora ni la segregación marginal de la dictadura nos ayudan a mirar el futuro con fe.

Qué duda cabe, este once de septiembre es un día de reflexión, triste que no es apto para fanatismos ni tampoco para borrar los errores y horrores que ha dejado la maldad humana tanto en Chile como en Estados Unidos de América, y todo ello más que pachotadas, merece condenar el terrorismo, luchar contra el flagelo de la delincuencia, especialmente de la narcopolítica y en vez de un día violento, debe convertirse en un día de paz y reflexión, donde podamos trepar a los árboles o correr entre estos, pero que ello jamás nos impida ver el bosque.

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