Ernesto Vásquez Barriga, Abogado. Licenciado, Magíster y Académico, Universidad de Chile. Máster y Doctorando, Universidad de Alcalá.
Siento que, desde algún tiempo, estamos inmersos en una ola negativa donde los extremos desean que asumamos un rol en su trinchera, cuestión a la que me rebelo.
Cada día me toca interactuar con gente modesta y honesta, observo sus esfuerzos por salir adelante y el túnel de desesperanza en el que están desde el hito del estallido social y que siguió con la pandemia, millares de personas afectadas en sus labores, que desean paz y armonía; observamos vulneraciones a los derechos de las personas por parte del Estado y un sistema democrático que al menos, posee los canales adecuados para encausar tales denuncias. Hay una ruta diseñada en noviembre pasado, de un acuerdo por el país, una nueva posible constitución y un acuerdo por la paz, ésta última parece habernos abandonado. Solo hay batallas s, monotemáticas; en paralelo, recuerdo no solo las miserias que otrora abundaban en Chile, sino también la lucha que en diversos planos se dio para recuperar la democracia, un estadio de vida donde pensar diferente no fuere un pecado sino una riqueza, la tolerancia sea una regla y el pluralismo una cualidad básica.
La Pandemia nos ha abrazado con su estela de dolor y angustia, ha surgido como diría el gran Albert Camus, la grandeza y pequeñez de los sujetos. Sin entrar en el terreno político partidista, creo que el alma de Chile está herida. si queremos recomponerla, resulta menester en lo humano más que en lo político institucional, recurrir a las directrices esenciales de la vida y convivencia de individuos, con rutas y escenas que permiten entenderlo o acercarse a la esencia de aquel. Se presenta en la felicidad que brota del alma de la madre, aquel ángel que da la existencia en el alumbramiento. Es la extensión invisible de la mano que acoge siempre sin miramientos. Es el todo que se cede a cambio de nada. La oferta de consagrar la vida por el otro sin titubear un segundo. El amor es el perdón y la misericordia en su máximo esplendor. La alegría perfecta que surge cuando logramos ser más humanos. El objetivo único como meta del amor, es hacer feliz al prójimo. Se muestra en la expresión y el latido dichoso del que ve acercase el rostro de quien ama. Es la sonrisa espontánea y natural de quien observa la silueta de aquel ser que llena su menguante de armonía y paz. Quien ama no odia ni daña. El que ama se entrega en cuerpo y alma.
En el mundo de lo instantáneo surge tener tiempo de madurez y ser paciente, cabe preguntarse ¿Qué es la paciencia? El estoicismo es un bálsamo virtuoso que cubre el cerebro y el accionar del sabio. El ser que ostenta tal virtud ha de coronar los frutos de sus proyectos, ha de encontrar la luz lejana en el túnel de alguna impaciencia y podrá con ella esparcir en su vida la fraternidad y paz. La vida se regocija con el paciente, aquél esperanzado en el fruto que madure, porque la entereza permite saborear con legítima alegría el éxito. Sólo sabe del triunfo quien sereno aguarda el momento preciso para disfrutar la mejor cepa de sus viñedos, cultivados con amor y cosechados con alegría.
Se nos ha esfumado la felicidad y su manifestación, la alegría, ergo, cabe preguntarse ¿Qué es hoy la alegría? La vida es una ruta circular donde transitan los seres en diferentes sentidos. Nadie puede asegurar que en su caminar no podrá nuevamente toparse con el mismo individuo. Por ello, bien vale estar en paz con todos, pero sobre todo estar en armonía con la naturaleza y las propias convicciones. Si se actúa con aquella directriz de vida, la existencia será la dulce línea imaginaria que conecte los millares de puntos que se pudieren forjar y no ser solo una mera recta con historias de luces y sombras. En esta línea, las alegrías son destellos de felicidad, como el símil de la sonrisa plena y la carcajada temporal, o el beso furtivo que nace del encuentro apasionado de dos cuerpos que se aman. No siempre coincidirá la plenitud del sol con la existencia de paz y armonía, porque la vida posee bemoles, luces y sombras, grises y matices. Ello no es óbice para que los sujetos íntegros e inteligentes no pierden el tiempo con la tristeza -aunque fuere solo un destello- o que vivan su alegría, riendo a carcajadas si es precios, como si vivieran la vida intensa.
Entonces, debemos tener Esperanza. Sí, aunque la existencia es un hermoso regalo, bajo la roseta que sella el envoltorio hay de dulce y agraz. Saber distinguir y apreciar lo bello de cada momento, superar las congojas pasajeras –ampliadas por prejuicios– y no quedarse temeroso en el umbral del mundo, usando el humor y el amor como impulso, son la clave de quienes logran vivir y no sobrevivir solamente. Experimentar responsablemente, elegir con sabiduría, disfrutar con armonía respecto de otros y del entorno, es la ruta más sabia y humana elegible. Proyectarse positivamente con nuestros sueños y realidades, teniendo fe en nuestras propias convicciones, como el velero que persigue su destino usando de aliado el viento que le ataca, conduce a abrazar el anhelo que todo puede ser posible si es que estamos del lado positivo de la existencia, si avanzamos sin inferir daño a bienes o personas, subiendo peldaños sin buscar mellar el honor y dignidad de otros. Sólo actuando así, nuestros logros serán sólidos ante los ojos de los justos y nuestro espíritu estará gozoso para declamar su felicidad y aunque caminarás por senderos de espinas crueles, encapuchadas entre rosas por estelas nebulosas y brumosas, no deberás perder la confianza que te llevará a un mañana mejor.
La luz que podrá ayudarte en esa ruta es tu inteligencia, unida al valor, al compromiso y al temple bien forjado. Sólo el débil de espíritu desfallece por cualquier situación negativa, desconociendo que la felicidad es una recta de puntos destellantes de alegría, cuya línea completa sólo se divisa nítida desde la distancia, con mirada retrospectiva. El mejor faro es la confianza en un mundo armonioso, un mundo que se consolida, en la flor que emerge libre desde los cactus y también cuando la flecha equivoca su rumbo e inerte cae en el desierto o cuando la palabra mal dicha se ahoga sin llegar a su meta. Entonces, mientras haya esperanza, hay vida. Y así renace el sueño que los seres humanos coexistan en paz y alegría.
Nada somos si carecemos de conocimientos, por que la ignorancia es atrevida. Por eso, el Estudio y el Saber, son fundamentales. La vida es simplemente maravillosa, a pesar de sus menguantes lunares que la exponen, ante los ojos de muchos, con destellos de tristeza, olvidando que la mera existencia es asombrosa. La magia de sonreír cada mañana cuando el sol besa a la luna en su retirada, bien puede ser un reflejo de estar viviendo nuestros días con plenitud, como así también el hecho de aprender con humildad de los errores propios, actuando con misericordia hacia los demás, abriendo la mano para acoger al débil y siendo cada cual coherente y consecuente entre lo que se expresa y lo que se hace, valorando las palabras dependiendo de quién las emite, sin buscar zaherir jamás a otro individuo, pues “la vida es un tren que transita por una ruta circular, donde cada cual puede reencontrarse con aquella estación pasada.” Por ello, agradecer cada mañana el sólo hecho de estar vivo y poder respirar o amar, ha de ser la inspiración que nos debe instar a buscar la felicidad con una honesta directriz de vida.
En muchas ocasiones, falsos ídolos o dioses mundanos, blandeando banderas de libertad, se disfrazarán con vestimentas de lúdicos vates de la alegría o la justicia, bufones que nos han de tentar para que abandonemos el camino correcto y tomar un atajo. En esos casos no debemos olvidar que se trata de trovadores de huecos mensajes y modas pasajeras. Sólo la muralla de valores formada por los más sólidos principios construidos por cada familia –con la ayuda de los educadores– permitirá enfrentar, con especial fortaleza, las falaces “alegrías” prometidas. A lo largo del camino debemos llenar nuestro tanque de combustible con conocimiento, llenarlo con el estudio, pues a más saber, mayor será la libertad para poder escoger lo mejor. Todo ello influye sobremanera en la elección de la senda correcta para encontrar la felicidad plena.
Sabemos que el erudito -según Confucio- no considera el oro como un preciado tesoro, sino la lealtad y la buena fe. En la ruta de la vida corriente y ordinaria, conoceremos pseudo amigos y héroes, personajes de la tragedia griega que esconden su esencia en la falsedad de la existencia mundana, como el impostor guardián de la probidad que promete rectitud durante la luz del día y que bajo las estrellas planea la ilicitud. El ser humano es un túnel de rarezas impropias; algunos de ellos, cual máxima del ámbito penal, prometen todo desde la vereda del miedo siendo incapaces de extinguir su obligación desde la ventana del mero agrado. Como en el Derecho, en toda nuestra subsistencia existen las cosas principales y accesorias. El competente sabe distinguir entre la genuflexión lisonjera y los sentimientos reales y perennes.
Por lo tanto, saber descubrir lo valioso e infinito, como por ejemplo el amor de los padres y el del buen hijo o hija, es bendecido por el creador. Es la gran virtud del líder que desea llegar a puerto seguro con su carga inmune y sus objetivos a salvo. Sabio sujeto que, parafraseando a Confucio, “Valora la lealtad más que el oro y la vida”, pues aquella debe ser uno de los pilares más sólidos de la existencia, una de las piedras fundamentales que sostienen el templo sagrado a la hora de, por ejemplo, formar una amistad sincera.
Porque algunos tallos dejan la raíz solo para dar vida y el ave virtuosa jamás ha de picotear a quien le ha dado en la palma su alpiste.
Esperemos que tengamos vida, armonía, paz y salud, para ver recompuesta el ama de Chile.