Ernesto Vásquez. Abogado, Licenciado, Magíster en Derecho y académico U. de Chile. Máster y Doctorando en Derecho, Universidad de Alcalá.
Quienes se han enfrentado a un examen de grado en Pío Nono, saben lo complejo que es dicha ruta, recuerdo una compañera -quizás en una exagerada comparación- me dijo que había sufrido más en ese examen que en los partos que tuvo, dando cuenta lo complejo de ese proceso, que algunos rehúyen y aunque parezca extraño, a partir de ese tema -el hito más relevante en la vida de un futuro letrado o abogada- se pueden advertir elementos desde el espacio físico, el inmueble de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, algunos temas actuales; debido que está a pocas cuadras de la Plaza Baquedano, epicentro de hechos de alegría y tristeza, que han marcado nuestra historia. Recuerdo el gran desafío que implicaba para todo estudiante, el cruzar desde el sur hacia el norte esas esquinas en un tiempo récord, buscando que coincidieran los semáforos.
Era uno de mis ritos favoritos, sobre todo cuando teníamos la clase de Derecho Civil con Carlos Peña, un brillante profesor que a fines de los ochenta se integró a la facultad, siendo un aporte al pensamiento y análisis crítico, de estudiantes que bajo el lema del respeto y el pluralismo, buscaban para Chile un sistema democrático de gobierno y para sus vidas, una formación basada en la posibilidad de reconocer en diversos sujetos, desde Pablo Rodríguez, Luz Bulnes a Máximo Pacheco o José Zalaquett; la cualidad de la formación universitaria es la pluralidad.
La carga republicana de un egresado de la casa de Bello, pocos la entienden en su esencia, pues no se trata de ese orgullo banal por tener un cartón con su sello; mas bien es reconocer en la praxis las directrices del apego a los principios y valores del estado democrático de derecho, la libertad y el respeto como directriz, la forma pacífica en la resolución de conflictos, teniendo como regla el argumento más que la consigna, cual forma de actuación. Se trata de una mochila de tareas republicanas para con la sociedad, el compromiso con la comunidad en los diversos roles que se desarrollen y es que el abogado debe responder durante su vida “pequeñas consultas” que le hacen sus familiares, cercanos y amigos e incluso otros colegas, desconociendo en los hechos -todos- que la adecuada respuesta que se le entrega es fruto de “su” trabajo.
Nadie de los que pregunta se atreve a regalarnos parte de su trabajo, mas si el o la abogada no responde o da cuenta que no es su área, se le retruca “que no sabe”. Como decía un profesor, en Chile, cualquiera opina de derecho sin conocer la tapa de un código. También alguna vez, un ex presidente de la nación decía que el abogado -insisto, profesión amada por quien la lleva y por sus padres, mas cuestionada por alguna parte de la sociedad- frente a una urgencia, aparece para las personas como un ángel y mientras el problema se va solucionando, se da un tránsito en dicha figura; ya no es el ángel, pues ha perdido parte de sus alas y le han crecido cuernos más cercano al diablo cuando el tema se supera; lo que se consolida al momento de entregar la boleta por los honorarios. Si el caso se gana el tema era fácil y si se pierde, el abogado es el malo.
Así, surgió hace décadas la frase que es aplicable incluso en otras áreas y situaciones: “El cliente paga en el susto y nunca en el gusto”; es que tantas veces escuché frases de declamaciones de lealtad que en un quiebre básico por cualquier asunto, hubo algunos -colaboradores, amigos y ex alumnos- que estuvieron cegados en endosar y violar la promesa, al que le decían maestro (“príncipe-con lisonja- me llamaba una fiscal”), como símbolo de respeto y admiración y que no trepidaron en dañar la honra de quien no posee ni contactos ni poder, si con ello lograban sus objetivos, el fin justificaba así los medios.
Jamás me he amalgamado a vivir bajo la sobra de otro, he tratado de conseguir logros con la labor diaria y reconozco que en ese caminar he tenido desde suerte y también el acompañamiento de los rezos de mi madre protectora y de mi padre que desde algún lugar del universo me ha cuidado con afán. Es que desde mi precariedad humana puedo afirmar que la vida me ha dado mucho más de lo que he merecido y con luces y sombras -como muchos seres humanos- la realidad me ha sido favorable pues jamás pensé en estar en el sitial modesto que cual litigante destacado la fiscalía me evaluó y como profesor, aprobado por el Consejo Superior de la alma mater y el aprecio que me han entregado muchos de mis queridos estudiantes -dentro y fuera del país- así, empeñado estoy en ser algún día aquel maestro que sueño y es que con tanta certeza se ha descrito explicando que: “El maestro mediocre cuenta. El corriente explica. El bueno demuestra. Empero, el maestro excelente, simplemente inspira”.
Una de las preguntas que surgen como posibles en un examen de grado -por si conoce a alguien que quiera ser abogado- es sobre “las formas de resolución de conflictos”. Entre éstas se encuentran la autotutela y en la vereda del frente: el derecho. Es que la sociedad está llena de conflictos que son consustancial a los seres humanos y la comunidad perfecta no existe. Todo depende mucho del ojo con que se mire; así un diario uruguayo, daba cuenta en una editorial que rotulaba la “Tragedia de Chile”.
En efecto, un periodista en dicho país del atlántico (tantas veces mencionado como ejemplo por algunos) expresaba de cómo Chile había surgido en los últimos treinta años y era uno de los países más prósperos de la región y por ello, era un caso digno de estudio, por el fenómeno de la violencia extrema en la manifestación de los chilenos y es que dato mata relato. Los números hablan en 30 años.
Quizás el fenómeno chileno da para muchos análisis y visiones históricas más serenas, que podrán observar porque llegamos a esta forma de resolución colectiva de conflictos. Es que es verdad que han existido injusticias e inequidades, empero los cambios graduales y propios de la madurez de una sociedad emergente, se sustentan justamente en el respeto al Estado de derecho como camino para la resolución de tales conflictos.
En fin, retomando las interrogaciones del llamado examen, frente a la pregunta sobre la autotutela, es dable responder que aquella es también denominada-por algunos académicos-como autodefensa. La autotutela es un modo de resolver situaciones conflictivas por “uno mismo”, es la aplicación de la ley del más fuerte, por ello, legitimar el sistema penal de resolución de conflictos es un imperativo, no podrá existir sociedad sana si la mayoría percibe que hay justicia proporcional al linaje u origen y bolsillo del sujeto sometido a ésta.
Así, hemos declamado hace mucho tiempo, un cambio de paradigma, esto es, la creación de una Academia de Formación de Defensores y Fiscales, en cada Región del país, unida a las universidades más destacadas y la homologación de los estudios con la Academia Judicial, esto, para que pudiera darse una rotación en los roles. No es posible que un Juez que dirima conflictos penales jamás haya litigado en su vida y además, es una forma de darle dinamismo al sistema, todo ello sin abandonar el rol y compromiso que la comunidad empoderada debe tener para con el sistema penal.
De tal suerte que las cuentas públicas eliminen rituales de autobombo y sean rendiciones que explican lo que la comunidad ha pedido como prioridad. Del mismo modo, junto con ello, creemos firmemente en el perfeccionamiento de nuestras entidades policiales, (hemos trabajado en ello desde el 2005); unir la formación de las mismas a universidades en lo que implica el derecho, la criminalística y la criminología; con el fin de mejorar el insumo probatorio; evitando que se use como eslogan el rótulo de presos políticos a personas que fueron detenidas y revisadas los casos por el juez de garantía y luego por tribunales superiores, la mera absolución mirada con serenidad y conocimiento, da cuenta que el sistema opera con cierto estándar pero es humano y aunque perfectible no infalible. Recuerdo en este punto que otra forma de resolución de conflictos: la autocomposición, esto es el acuerdo de las partes que incluso puede ni siquiera llegar a un tribunal.
Un destacado periodista radial crítico del jefe de Estado festinaba con la denuncia que hizo el cantautor Eduardo Gatti, por el uso de parte de un candidato de su música. Sin embargo, luego de la hipérbole periodística en la nota, fue el mismo autor -sereno y maduro como siempre- que respondió a los medios “el candidato me ha dado serias explicaciones que he estimado razonables y ambos hemos actuado de buena fe. Asunto superado”. Obvio, el periodista radial, no volvió sobre el punto, pues ya no había escándalo, solo armonía entre dos chilenos que seguramente piensan muy diferente y eso ya no le era útil; como a otro personaje de un matinal que llamó a votar por la lista del pueblo y que negó más que Pedro al mesías, su vínculo con dicho grupo.
Siguiendo con el espacio cercano a Pío Nono, nos encontramos con el epicentro del conflicto. Una palabra sobre los vecinos que han vivido un calvario infinito, rehenes del odio de anarquistas e ignorados por los justicieros de la verdad total. La violencia no ha sido natural, es el fruto perfecto de una planificación, que como dijo -ante el dictador Maduro, una dirigente chilena- crean en cada lugar una ruta para implantar en Chile el sueño de Chávez. Lo triste es que parece que los venezolanos sueñan con Chile y son capaces de cruzar uno de los desiertos más áridos del mundo para llegar a esta “tragedia chilena y vivir acá, antes que regocijarse del sueño bolivariano”.
En fin, desde hace muchos años explicaba a los visitantes que llegaban al centro de Santiago y conocían nuestra facultad, el hito de la Plaza Baquedano y la historia del General –para algunos de poco talento, pero el suficiente para rodearse de gente capaz y escuchar a los que saben- y por cierto en Perú denostado -con subjetiva justicia- por las actuaciones que tuvo, para ese pueblo. Sin duda, fue un héroe quien pudo lograr que el cobre fuera nuestro; la comunidad que no honra a sus héroes desdeña a su patria; algunos han buscado relevar negativamente, su rol en la pacificación de La Araucanía; allí los historiadores no han logrado un punto común, a saber, para algunos tuvo un accionar activo, para otros casi sin importancia; pues estuvo solo presente por su obediencia militar.
No podemos olvidar su papel en la lucha fratricida entre chilenos, como lo afirma el historiador Rafael Mellafe: “El General Baquedano no tomó partido durante la revolución de 1891, es decir, se mantuvo neutral y añade que era una figura destacada, muy querida y respetada dentro de Chile y seguramente su imagen fue relevante para estar a cargo del país” (quedó a cargo de la república). Fue propuesto dos veces para ser candidato a la primera magistratura y no existen dos opiniones que era venerado por todas las clases sociales, de ahí el monumento que se levanta en su honor a algunas cuadras de nuestra Facultad, fuere realizado en una ceremonia -donde hay registros- en que ciudadanos y veteranos de Guerra, lloraban su recuerdo y se arrodillan.
Cada vez que hablaba de él, lo designaba como un héroe de nuestra patria, con muchas más luces que sobras, como algunos catones de lo justo, buscan satirizar la imagen de nuestros emblemas y héroes. Bajo aquel ese monumento, se dejaron en reposo los restos del soldado desconocido, quien fue un militar anónimo al que se le ha otorgado la condición de héroe por haber participado en la Guerra del Pacífico. Parafraseando a Gatti, en medio de una noche -como un ejemplo del pago de Chile- sus restos debieron ser sacados por personal militar y trasladados a un lugar seguro con los honores de rigor, escuchaba en mi corazón: “La silueta del soldado, va caminando con el alma triste y dormida, ya nuestro chile no es el de antes, ahí murieron ya la esperanza…”
Recordaba así a mi maestro Carlos Peña, quien con certeza afirmaba “Muchos académicos o guardan silencio frente a la violencia o la apoyan”. En una frase, mi exprofesor ha confirmado lo que muchos sabemos y ya lo han dicho sabios y pensadores, el problema está en nuestra educación una que siembre para la paz, pues ya lo decía Solzhenityn: “Cualquier hombre que haya proclamado la violencia su método está inevitablemente obligado a tomar la mentira como su principio.” En la misma línea, declamaba Martín Luther Kink: “La violencia crea más problemas sociales que los que resuelve”. En efecto, también lo afirmó certeramente Mahatma Gandhi: “Lo que se obtiene con violencia, solamente se puede mantener con violencia.”
Espero con un pequeño halo de esperanza que la paz, el estado de derecho y la armonía, retornen a mi amado país, para que nadie escriba nuevamente “sobre la tragedia de Chile”.