La vida no es una ruta perfecta; con todo, es hermosa si hay esperanza. Por Ernesto Vásquez

Jul 31, 2022 | Opinión

Ernesto Vásquez. Abogado. Licenciado, Magíster y Profesor Universidad de Chile. Máster y doctorando de Universidad de Alcalá.

Seguramente, existen seres que han vivido en una constante línea de felicidad y plenitud, que con el mínimo esfuerzo han logrado un máximo beneficio personal y una envidiable situación, lo que es en la cotidianidad excepcional. No falta en las reuniones de las comunidades, aquel integrante, que da cátedra de lo que es correcto, posee la opinión absoluta de la perfección humana y tiene -en su mente- las soluciones respecto de todo, a cualquier inquietud, obvio, con críticas por doquier; supuestos diagnóstico asertivos y teóricas respuestas y soluciones en el imaginario colectivo; donde siempre su jardín posee las mejores flores y el pasto es más verde, aunque si damos un paso más allá, hay muchos que jamás han pasado de la preocupación a la acción y menos de preocuparse a ocuparse.

Nunca han creado una obra o labor, ni sembrado acción propositiva o materializado en alguna tarea, algo en favor de terceros, sin sacar de ello, “su beneficio propio”. Obvio, aunque la regla es que el individualismo y el chaqueteo está inserto en nuestra sociedad, no podemos omitir que -parafraseando el poema Desiderata- “la existencia de tanta maldad, no nos puede cegar para observar que hay hombres y mujeres, que son servidores públicos y que persiguen nobles ideales”.

Sí hay quienes, convencido de su verdad social en la solución de los problemas comunitarios, proponen alternativas legítimas desde sus perspectivas, ahí la política -tan denostada por años- es una senda no solo necesaria, sino que digna y respetable; personas que dedican su vida a servir para que los sueños colectivos sean realidad, desde la perspectiva que fuere; quienes les interesa la llamada “cosa pública” y efectúan una labor positiva que observada con cierta mesura es necesaria y debemos valorarla, buscando que en un Estado democrático de derecho, exista pluralismo y tolerancia -como directriz de organización- y que el servir a los demás desde diferentes perspectivas, sea una tarea respetada, siendo muy legítima, las diversas miradas para ello, no creyendo que la verdad es el monopolio de algunos y los adversarios o quienes piensan distinto, deben ser cancelados o se transforman en enemigos.

Disentir debe ser de la esencia de la amistad cívica y la vida social, el respeto ha de ser la directriz de quienes -con su ejemplo- deberían, dar muestras que la meta del bien común posee caminos con diversas visiones legítimas que han de ser toleradas y respetadas, donde debe buscarse convencer con ideas, argumentos y acciones concretas, desde la diversidad y la tolerancia plena. Así, en palabras del único santo chileno, el Padre Alberto Hurtado: “… Dios quiera que sean muchos, quienes van a la política para servir al país”. Ergo, necesitamos que las mejores personas, se dediquen a la actividad pública y la labor política. En lo personal, valoro a todo aquel hombre o mujer que dedica parte de sus días a servir a los demás, sea desde la derecha, el centro o la izquierda; regalar del espacio de tiempo que otros entregamos a nuestras familias, para dedicarlos a la política o la labor gremial y/o social, es digna de respeto y admiración.

La existencia de las organizaciones sociales, con liderazgos positivos, juntas de vecinos, centro de madres, grupos de adultos mayores, todas labores que quizás observo con especial positivismo, inspirado por la vida social entregada por mi santa madre quien, a sus 94 primaveras, aún disfruta, reuniéndose con personas adultas mayores y en cuyas reuniones parecen regocijarse desde otras perspectivas, con madurez plena, con la tolerancia y sensatez que dan los años. Quizás una de las cosas que me alegra más en la vida, es escuchar a mi madre que en sus conversaciones me ha manifestado que, con sus años, se siente plenamente feliz y siempre pienso en tantas personas adultos mayores que carecen de cariño y afecto en sus entornos familiares. En fin, una comunidad, suele definirse, en como trata a sus infantes y a sus adultos mayores y aquel desafío sobre todo respecto de los adultos mayores -con quienes interactúo a diario debido a mi trabajo- veo que estamos al debe y es que ellos no marchan, ni reclaman; solo quieren paz, armonía y a veces una oportunidad de ser escuchados. Siento que en muchas ocasiones nuestra sociedad, la academia, las entidades públicas y privadas, desechan la experiencia de plano y bien podrían entregar -con sus particularidades- parte de su tiempo y mantenerles activos, para que compartan desde su sabiduría sus vivencias a nuevas generaciones que muchas veces creen haber inventado todo, descubierto el hilo negro y la pólvora. Siempre he creído que las canas deben ser señal de respeto y sapiencia.

Como el sueño americano, que es excepcional y no la regla, la vida no es una recta inmaculada. Con sus bemoles, la serie norteamericana “Los Simpson”, nos da cuenta de la sátira moderna de las comunidades que estiman que el pasto del vecino y todo lo demás es mejor que el propio. Hubo en dicha serie un vecino que en todo era la perfección y obviamente, aquella no es la realidad. Como dice el dicho: “Nadie conoce mejor el fondo de la olla más que el cucharón que la revuelve o cada uno tienen su tango que cantar”. Hoy por hoy, decirse imperfecto es impensado, no tener una respuesta para algunos sabios mortales, es sinónimo de deterioro imposible de aceptar. Hace tiempo que me rebelo a eso y aunque estimo ser “un optimista incombustible, lo soy a pesar de las penas que la vida nos ha entregado”. Mi máxima fortaleza es que tengo sueños y esperanzas, poseo -siguiendo a Mario Benedetti- la sana praxis de la memoria selectiva y prefiero recordar de aquel amigo y aquellas personas del pasado, sus mejores versiones.

Suelo no ser eco de rumores, así como buscar las soluciones y la paz, frente a los problemas o los conflictos; quizás alguien me dirá que ello es producto de los años, creo, que ello puede ser, aunque siempre -difícil palabra para sostener en la vida- he tenido sueños y proyectos; creo ahí está la clave de la vida, no importa que no se realicen los anhelos que hemos soñado, lo terrible es no tener sueños, por los cuales planificar el devenir y si se ha caído, levantarse y mirar hacia el futuro; como dijo alguien, no tirarse para atrás, salvo para darse impulso y al caerse levantarse siempre, buscando nuevos sueños que concretar con fe y esperanza.

Lo normal y corriente es que los momentos de felicidad y alegría sean unos puntos en una recta llena de espacios de imperfecciones, tropiezos, errores e infortunios; que -observados con optimismo realista- de alguna manera nos permiten afirmar al menos dos cosas; a saber, lo primero es que no somos perfectos y lo segundo, es que la vida al no ser plana, nos permite distinguir la alegría de la tristeza, el gozo de la congoja, el triunfo de la derrota y por lo mismo, valorar en su real dimensión lo que hemos logrado con esfuerzo y también con intelecto. Si observamos con paciencia nuestro entorno, ubicaremos muchas personas que en apariencia son exitosos; algunos con legítimas rutas, otros a costa de deslealtades, genuflexiones infinitas, adhesiones estáticas y absolutas a personas que requieren además marionetas para triunfar. No falta aquellos que, por una meta de poder, son capaces de prometer en la ambición de sus propias proyecciones y omitir en la materialización de los logros, olvidando a quienes han sido leales al momento de recorrer el camino para llegar a la cima o tranzar los principios y valores que ese objetivo tuvo por aliado a personas de carne y hueso. Es que el poder -se ha dicho- no cambia a las personas, las muestra como siempre fueron.

En lo personal, prefiero seguir en esto las cuatro reglas espirituales de la India: “La persona que llega a tu vida, siempre es la persona correcta. Lo que sucede es la única cosa que podría haber sucedido. Cualquier momento es el momento correcto para comenzar y cuando algo termina, fenece.”

Finalmente, creo partiendo por no forzar las cosas ni las situaciones, ni los afectos, es sano proyectarse positivamente con nuestros sueños y realidades, estar con personas que te quieren es una buena opción; reconociendo nuestras precariedades e imperfecciones, teniendo fe en las propias convicciones, como el velero que persigue su destino usando de aliado el viento que le ataca, se conduce para abrazar el anhelo que todo puede ser posible si es que estamos del lado positivo de la ruta de la existencia, si avanzamos sin inferir daño, subiendo peldaños sin buscar mellar el honor y dignidad de otros; en fin, teniendo esperanza en que el mañana ha de ser mejor. Es que no podemos olvidar, como dijo Richard Evans: “A menudo en los más oscuros cielos es donde vemos las estrellas más brillantes.” Junto a ello, tanto clarificador como estimulante, es lo declamado por Roy Bennett: “Nunca pierdas la esperanza. Las tormentas hacen a la gente más fuerte y nunca duran para siempre.”

Como nos recuerda el Dalai Lama, hay un dicho tibetano, que a mi juicio es muy inspirador y que no debemos olvidar en momentos de dificultad o tristeza: “La tragedia debe ser utilizada como una fuente de fortaleza. No importa que tipo de dificultades tengamos o como de dolorosa sea la experiencia, si perdemos nuestra esperanza, ese es nuestro verdadero desastre.”

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