Antonio Ulloa Márquez, ministro de la Iltma. Corte de Apelaciones de Santiago.
“La mujer de hierro”, con esa expresión se caracterizó hace unos días a doña Raquel Camposano Echegaray, exministra y expresidenta de la Iltma. Corte de Apelaciones de Santiago.
La verdad es que dicho apelativo, a mi juicio, constituye un estereotipo sin fundamento alguno.
Una mujer y jueza que ascendió dentro del Poder Judicial por sus méritos profesionales, iniciándose en el norte grande de nuestra República, en la localidad salitrera de Pedro de Valdivia, Región de Antofagasta. Nació en esa región de Chile, en la localidad de Tocopilla, antecedente relevante, porque demuestra como el norte del país ha contribuido, no sólo al desarrollo económico del mismo, sino que, asimismo, al acervo jurídico de la nación.
La conocí en el año 1994, cuando yo era funcionario judicial y por las vicisitudes de la vida fui llamado a la Iltma. Corte de Apelaciones de Santiago a relatar y tuve el extraordinario privilegio, y a la vez responsabilidad, de relatarle a la ministra más rigurosa de la citada Corte.
Al parecer lo hice bien, porque al final de la jornada laboral me despidió con una bella sonrisa, la misma que la caracterizó en sus funciones y que la destacó como una magistrada independiente, proba, ilustrada, exigente, pero justa y sabia.
Con mis colegas relatores estábamos felices y orgullosos cuando la Excma. Corte Suprema la incluyó en quina para ocupar el cargo de ministra de la Excma. Corte Suprema, y nos decepcionamos cuando fue preterida por razones políticas.
La mezquindad suele identificar a ciertos gobiernos, y en este caso, no fue la excepción, no la nombraron, pero ella digna e ilustrada, amante de su Poder Judicial siguió adelante hasta el día de su jubilación en julio del año 2000.
Qué más se puede decir de esta excepcional jueza?, ¿qué se le puede reconocer a horas de su fallecimiento?
Claramente su probidad a toda a prueba, su estricta independencia judicial, su humanismo, su profesionalismo, y finalmente, su hermosa sonrisa que cautivaba.
De mujer de hierro, nada, no lo necesitaba. De mujer y jueza brillante, ¡¡todo!!
Un modelo a seguir por las nuevas generaciones, un perfil que escasea en estos días, donde el juez o la jueza independiente y proba es superado por aparentes jueces y juezas que imponen sus agendas personales a costa de la imparcialidad y objetividad que debe regir la labor jurisdiccional.
Gracias por todo señora Raquel, usted ha abandonado este mundo terrenal, pero su legado se mantendrá imperecedero en muchos jueces y juezas del país.