La mejor madre del universo. Por Ernesto Vásquez

May 9, 2021 | Opinión

Por Ernesto Vásquez.  Profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. 

Quizás no he sido el hijo que ella merece, aunque he tratado de ser un buen vástago, como el menor de la prole he recibido más cariño que ninguno y por ello, cada vez que se ha presentado la oportunidad, he realizado homenajes públicos a Julia, mi sagrada madre. Qué duda cabe, la mejor madre del universo y estas palabras escritas con emoción surgen desde el alma y constituye una distinción a esta bella dama de más de noventa y algo primaveras, un hito relevante en mi existencia y en la de muchos.

Cuando en mi vida, las tormentas y las noches oscuras me acecharon o regresan, me basta su regazo, su palabra, su bendición y sus plegarias, ella es simplemente el escudo protector inmortal que me cuida y me consuela. Su abrazo es el bálsamo de la vida plena, la pureza, la verdad, la claridad y la belleza.

Hoy reina la desconfianza en nuestra patria y las redes sociales son el clamor de seudo líderes con pies de barro, solo ella con su voz y su aliento me dan tranquilidad en frente a tanta violencia física y verbal.

Los suaves ecos de su boca entregan alegría en medio de la desesperanza, verla feliz cuando ha comenzado a descender las colinas de la vida y su cabellera abraza el albo esplendor de nuestra cordillera invernal, plena y majestuosa, la retratan como ha sido siempre: trabajadora, luchadora y honesta. Recuerdo cuando niño su mano era el vínculo divino hasta la pureza y la energía total. Su historia de vida son un ejemplo perenne para los suyos y su comunidad.

Ella me hace observar siempre el vaso medio lleno, es la esperanza que hay luz después de cada túnel, es la mujer que me da fuerza para enfrentar el desdén y la labor a veces traicionera, es el cable a tierra y la conexión con el universo, es que simplemente, es algo más que una estrella, es un lucero de luminosidad en medio de las tinieblas. Es el escudo moral ante la desazón o la traición artera. Con su compañía nada temo, pues su sola presencia me solaza con felicidad plena ante la adversidad que uno enfrenta.

En medio de la pandemia siempre ha sido estoica, fuerte e inteligente, con la sabiduría de la mujer chilena, aquella que ama la armonía y el conocimiento, la concordia y el esfuerzo.

No pude tener un mejor regalo de la divinidad y la gracia que me acompañe con sus consejos y virtudes desde que era un infante con sus palabras suaves y delicadas, su amparo a toda prueba y hoy, cuando también comienzo el descenso de aquellos montes de la ruta humana, sus palabras son la ley de lo imposible y el puerto del sosiego absoluto.

Mientras en el entorno social, muchos ofrecen por doquier la senda fácil del éxito temporal, me hace centrar en convicciones superiores la razón de mi labor.

Mi madre me enseñó a no esperar nada de otros y entregar lo que pudiera. Se han caído -literalmente- religiones y profetas, pero su fe inquebrantable me hace pensar en que algo majestuoso existe, seguramente fue un ángel vestido de madre, lo que recibí al nacer, un regalo inmortal que me ha acompañado en mis alegrías y penas, que ha destacado sin límite mis triunfos y logros, con la misma misericordia ha escondido mis precariedades mundanas, es el espejo en el que se estampan sus más de noventa otoños con las máximas virtudes de los seres de la tierra.

¿Habrá una palabra más hermosa que Madre?, al menos no creo haber leído otra, su amor es infinito, total, entregado, especial, misericordiosa, como el hombre de Nazareth que declamaba que “el que estuviera libre de pecado, que tirase la primera piedra”. Ha sido un regalo maravilloso tenerla como progenitora, obsequio envuelto en seda del divino ser que me la entregó con como amiga y compañera.

Su presencia me hace sentir mi pequeñez ante tanta grandeza, con mis estudios formales mi madre sería por mucho, mejor de lo que he sido y por cierto, lo poco bueno que queda de mí, se lo debo a sus lecciones amorosas y armoniosas, nunca un mal ejemplo, jamás una insidiosa idea, me hizo amar a mi patria, respetar sus emblemas, abrazar la no violencia como senda de actuación, ser empático con los semejantes como ella con sus vecinos o quienes le rodean, con su sonrisa sempiterna extiende siempre su mano bondadosa para dar sin esperar a cambio cosa alguna.

En ella también se reflejan -como otrora lo fue- aquella joven doncella que asume con majestuosidad increíble la maternidad perpetua, que lucha por los suyos y que jamás doblega su cabeza, hay muchas mujeres que han sido madres y que han subido las mesetas escabrosas de la vida, colocando a sus hijos e hijas en el centro de sus carreras.  Hoy se celebra el día de la madre y obvio pienso en la mía y su grandeza, pero también en aquellas que en mi entorno han dejado huella, seguramente es injusto solo dedicarles un día, ellas merecen el homenaje de la vida eterna.

 

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