La madre, la piedra angular de nuestra sociedad y del mundo. Por Ernesto Vásquez

May 8, 2022 | Opinión

Ernesto Vásquez es abogado, Licenciado, Magíster y Profesor de la Universidad de Chile. También es Máster y doctorando de la Universidad de Alcalá.

No exagero si digo que quizás en millones de hogares, este domingo y durante la semana -de manera especial- se reunirán en torno a la mesa, hombres y mujeres, adultos e infantes; para celebrar a sus madres. Es efectivo que, para muchos, el negocio y los medios, marcan el hito de este acontecimiento con fines meramente comerciales; también lo es, que es difícil en una sola fecha, poder celebrar de manera justa a esa persona que nos cobijó en su vientre y/o nos albergó en sus brazos con el amor más puro y profundo que ha de existir en el universo. (Porque hay hijos que nacen del vientre y otros del corazón).

Como soy un optimista incombustible -tal como me rotuló mi profesor y maestro Carlos Peña- prefiero siempre ver el vaso medio lleno: Enhorabuena, que esta fecha sea destacada por los medios de comunicación y si ello permite que nos unamos en algo propositivo en medio de tantas noticias negativas en el país y en el mundo, bienvenido que lo mercantil también se adhiera a este justo homenaje.

Es obvio, que la mujer cual madre, es un ser especial, un ángel que Dios nos ha remitido para acompañarnos, darnos paz y tranquilidad espiritual y también -aunque sea a distancia- algo de armonía en lo laboral y cotidiano. Es una superheroína y en infinitas situaciones una diosa inmortal que con magia es capaz de convertir al adulto en un niño. Para una madre, el amor es abundante y múltiple. Aquella mujer que es capaz de saber con una sola mirada o con escuchar o sentir el tono de voz de su prole, si alguien está bien o pasa por un mal momento. Muchas madres por no decir todas, son esencialmente multifuncionales, son capaces de realizar variadas labores en diversos sentidos y asimismo, valoran a cada uno de sus hijos según sus cualidades. A mayor abundamiento y como si ya esa entrega de vida fuere insuficiente, además son capaces de calmar la congoja de algunos y celebrar los triunfos de otros.  Mi madre, ya a un lustro de llegar al siglo de vida, me da paz, cada vez que hablamos y en momentos difíciles de mi vida, ha sido mi mejor sicóloga. Cuando niño, era feliz acompañándola a sus reuniones sociales y como travesura eficaz, “esconderme entre su enagua y su vestido”, era la ruta para que me llevara a hacer sus compras, labor que no era otra cosa, que poder atraer recursos económicos al hogar y darnos una vida digna junto a mi padre.  Hoy lo veo como increíble, una mujer con varios hijos asidos de su mano, subiendo a esas micros antiguas, cuidando a sus niños, pagando el pasaje y luego, haciendo compras por doquier; cocinando rico con pocos elementos, entregándose por entero a los suyos, sufriendo en silencio sus enfermedades y padecimientos. Recuerdo -cuando era muy niño- haber estado en el pie de su cama, rezando para que ella sanara de la enfermedad que padecía. Luego, con los años, he podido de cuando en vez y siguiendo aquella regla que mi padre me enseñara (en vida se hacen los honores y reconocimientos) he podido homenajearla en algunas reuniones sociales y creo ha sido de los momentos más satisfactorios que he sentido, de verla sonriente en medio un salón con muchas personas, colocando la “guinda de la torta” y dando algo de justicia social a una persona maravillosa. Ello ha mejorado la relatoría que me ha tocado efectuar en esas ocasiones y bueno, es lo mínimo que merece, el resto de mi relación con ella, lo guardo en la reserva de nuestro vínculo especial, en la pureza y mágica compañía, que puede haber entre una madre y su hijo.

Cada día que hablamos y ahora, que soy un adulto con más de medio siglo acuestas, me encanta escucharla lúcida, que nada le falta y que es plenamente feliz, pero lo que más me agrada y me llena el alma, es cuando le digo que la quiero y ella me lo dice, le pido me dé su bendición y me relata que diariamente estoy en sus oraciones y siento que ha sido mi escudo protector, como si fuera la materialización bíblica del Salmo 23, con ella nada me faltará.

En un país que ha perdido la confianza y donde reina la vanidad, la deslealtad, el orgullo y el deshonor; mi madre es un ejemplo de sencillez, de gratitud, de alegría, de superación y de integridad. En fin, estoy seguro que muchos dirán que su madre es la mejor, lamento desilusionarles, Dios eligió a mi madre como la madre del universo y su premio ha de ser pasar el siglo entre los suyos y seguir dando paz y amor, en su barrio, en su entorno, en su iglesia, en su familia y a su “conchito”, o sea, a mí, el hijo que la ama como todos y que le agradece haber sido el ángel que cuidara mis sueños cuando niño y que orgullosa siempre -con ternura- ha exagerado mis virtudes y a nadie le ha contado de mis defectos, es que madre hay una sola y a mí, me tocó la mejor; perdonen, pero no puedo dejar de decirlo y seguramente, ella merecía un mejor hijo que aquel que la vida le puso por delante, pero hemos de empeñarnos en estar a la altura de la mujer sagrada y santa que Dios nos regaló con el rótulo mágico de Madre, feliz día hoy y todos los días a todas las madres del mundo y en especial a mi Mamá.

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