El testimonio del condenado por el crimen de Jaime Guzmán ante el Colegio Médico: “Mi salvación era la lectura, yo leí casi 1.200 libros. Así fue mi vida en Brasil por 17 años”

Jun 27, 2020 | Uncategorized

Créditos Imagen : Poder Judicial

Mauricio Hernández Norambuena, “el comandante Ramiro”, fue entrevistado por el organismo tras denuncia del exfrentista por las medidas de aislamiento. Antecedentes se incluyeron en amparo que presentó en marzo en el Séptimo Juzgado de Garantía.

Andrés López Vergara, En Estrado.

Mauricio Hernández Norambuena era conocido a principios de los 90 como el “comandante Ramiro”, líder del brazo operativo del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR). En agosto de 2019 llegó a Chile desde Brasil a cumplir dos penas de 15 años por el homicidio del senador UDI Jaime Guzmán y el secuestro de Cristián Edwards. Antes, estuvo 17 años en las cárceles brasileñas cumpliendo condena por el secuestro del empresario y publicista Washington Olivetto.

Fue el 18 de octubre, en la mañana antes del estallido, en que a su celda llegaron personal de INDH y el Colegio Médico. La razón: el exsubversivo acusaba a Gendarmería por su asilamiento, indicando que lo afectaba. En ese documento, elaborado por el organismo, se le realizó una evaluación médica, donde fue entrevistado y contó desde su perspectiva como fueron las tres detenciones ocurridas en su vida: en la adolescencia, tras el homicidio del senador y en Brasil. Desde su llegada solo ha dado escuetos testimonios ante el ministro Mario Carroza, y a declinado dar entrevistas a medios. Este es el primer registro detallado de su versión de los hechos.

Este es su relato en primera persona.

Su adolescencia

“En la dictadura año 1979, en la primera manifestación en el cementerio Santa Inés por Allende ahí yo fui preso, nos agarraron los pacos, me colocaron corriente; en la comisaría habíamos como 30 personas en un calabozo y estábamos haciendo bulla, estuvimos como 3 días y nos sacaban de a varios, de a tres o cuatro y nos colocaban en la pared, nos colocaban el fusil en la cabeza y nos amenazaban con matarnos, también nos ponían corriente de a grupos. Después, relegaron a varios, entre esos a mi hermano. En un calabozo había como 20, después salimos sin cargos, yo era un estudiante más y mis hermanos también, pero ellos fueron relegados”.

Detención de 1993

“En 1993, a mí me detuvo la Brigada de Inteligencia Policial de Investigaciones (BIP). Esa vez me agarraron sin posibilidad de reacción. Bueno me llevaron al cuartel de la marina ahí cerca en Curanilahue, (…) llegamos ahí a con mi compañero, lo sacan primero a él y ya no lo veo más y me preguntan el nombre, yo les dije y ahí lo único que siento es un golpe fuerte en la cara y me dicen di tu nombre si sabemos que eres Mauricio Hernández, El Ramiro, no te hagai el huevón y yo le comenté ‘ahora eres valiente porque yo estoy así, eres un cobarde’”.

“Sigo esposado me agarran sin decirme nada, camina me dicen y me bajan una escala y me llevan a una sala y tenían un reflector y tenían una cuestión blanca, generalmente iluminan también, allá donde tienen una estructura y yo de pie y un tipo aquí y hay más personas y yo de pie, cuando entro ahí veo todo eso yo dije ‘me van a interrogar y me van a querer torturar’. Me dio una cosa como una tremenda rabia ver todo eso (…) me muestra en el organigrama y me dicen bueno ‘aquí estás tu y ahí Salvador, y este aquí’ y me dicen ‘queremos el nombre de éste’. Yo no hablo nada”.

Fusilamiento simulado

“Y de ahí me llevan de nuevo para arriba y pasó una media hora y me sacan de nuevo me llevan para el patio y me meten a un furgón, yo decía, pasan unos 10 minutos, de repente paran en un lugar y lo único que sentía era frío, siempre encapuchado y afuera estaba todo oscuro. Bueno entonces me bajan y siento que me tienen dos tipos agarrado y otro dice ‘ya sale de ahí a 15 metros lo vamos a fusilar’, así que ahí me preguntan quieres que te saque la capucha para morir mirándome yo no contesté nada más tenía la boca seca, entonces me gritan “Habla po huevón”, no les dije nada. ‘Dejémoslo así no más, matémoslo así nomás’, hicieron pasar bala y de repente escuchó un silencio como de 3 minutos y con la capucha sólo veía la sombra de ellos me subieron al vehículo, me llevaron de vuelta, me bajaron y nuevamente me pusieron en la silla”.

Su vida en la cárcel en Brasil

“Estuve los dos primeros años solo, sin encontrarme con otros presos. Porque el régimen de ellos es salir 6 o 7 en la misma serie. Eso pasó entre el año 2007 al 2009, a mí de la calle me tiraron directamente ese régimen, que era de 22 hrs. de encierro con solo 2 hrs. de patio, yo siempre fui solo, nunca estuve con otro preso en mi celda y después tuve un patio común en el que pude interactuar con otros presos. La cárcel en Brasil era un lugar muy malo, de pésimas condiciones, de trato muy humillante”.

“Los primeros cinco años tuve visitas sólo a través de locutorio, sin tocar a nadie, se podía hablar a través del teléfono ni siquiera escuchar la voz natural; bueno en la celda no entraba nada de nada, ni comida, nada, las revistas no estaban permitidas, tampoco libros, pero había una biblioteca, pasaban una lista y yo en un papel anotaba que libros quería y leía todo el día”.

“En febrero del 2019 me sacan del sistema federal y me voy a una cárcel a Sao Paulo, que es una cárcel con visita en la celda individual, es una cárcel de régimen poco más normal, pero con más seguridad. Ahí entran cosas más de afuera, por ejemplo: había televisión, ahí fue la primera vez que vi televisión después de 17 años”.

“Yo habré estudiado unos 10 libros de ajedrez. Ahora tengo una revista que llega de España todos los meses, con los campeonatos mundiales y también aquí tengo un ajedrez y yo me hago mis problemas porque trae problemas que hay que resolver. He llegado jugar sin tablero sólo de memoria. Si uno no hacía lo que le decían, te pasaban una falta grave, yo tuve un montón de faltas de esas y te mandaba a aislamiento 10 días. Son 10 días sin patio, aislado total, eso a mi me pesó, me pesaba el no poder jugar ajedrez, quedaba sin libros y sin nada. Te cambiaban a otro pabellón diferente, con luz permanente  en las celdas, luz día y noche, daba más calor en el día por el calor de las ampolletas. Mi mayor carencia en esas condiciones de castigo era la lectura, ya que mi salvación era la lectura, yo leí casi 1.200 libros. A mí me salvaron el ejercicio, el ajedrez y la lectura. Cuando me mandaba una solitaria, yo hacía física de mañana a tarde y hasta a veces hasta de noche. Así fue mi vida en Brasil, muy dura por 17 años”.

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