El proceso arbitrario al maestro de Nazaret, un líder que nos falta en esta pandemia. Por Ernesto Vásquez.

Abr 11, 2021 | Opinión

Por Ernesto Vásquez.  Profesor U. de Chile. 

La escena de una pandemia mundial, con la estela de horror y sufrimientos, muertes, desastres económicos, problemas de salud mental, educacionales y comunitarios; se nos ha presentado como la peor pesadilla que en nuestra existencia hubiéremos de imaginar. Lo que es más triste, tanto como la pérdida de vidas de amigos y conocidos, gente valiosa y cercana, con proyectos truncados, no es sólo la cara de la nefasta pandemia, pues, emulando al gran escritor Albert Camus, en Chile ha surgido no sólo la fisonomía ingrata de los efectos de la pandemia, se nos han manifestado con cruda evidencia; el peor rostro de algunos líderes que han asumido esta catástrofe de la historia de la humanidad que nos ha tocado observar, como una ocasión para cosechar odios y desencuentros, como si existiera un protocolo preestablecido para esta crisis sanitaria.

Obvio, hay que seguir la ola de la crítica disruptiva, aquella que cosecha el aplauso fácil y que en nuestro país (ni por lejos el peor de la región en la materia) dable es ofertar la falsa demagogia que frente a este hecho alguien lo hubiera hecho mejor. Ello, no implica en absoluto defender a este gobierno, que ha cometido desaciertos continuos, como aquella metáfora de la figura sustentada en el juego de naipes y a ello se une el hecho que las dictaduras del continente, entre otras la venezolana, han provocado un éxodo de millones de personas que buscan junto con la libertad de ese Estado fallido, mejores oportunidades y Chile –nos pese o no- es visto como el país de las oportunidades. (Como es dable graficar, la ola inmigratoria desordenada, si bien ha implicado el ingreso de muchas buenas personas, también nos ha importado delincuencia dura y pura. Si por un momento imaginamos que, en nuestras familias de un día hacia el otro, ingresan a vivir tres personas desconocidas, evidentemente ello provocará un descalabro económico, lo que no nos puede cegar frente a la nobleza humana de acoger a quien busca ganarse el pan en libertad, no podemos olvidad que le llamado rey de reyes, el mesías prometido, ha sido considerado por muchos como un símbolo de un migrante más. Dable es hacer esta vinculación, pues hace pocos días conmemoramos la pasión y muerte de Jesús de Nazaret, conocido como Cristo o sólo Jesús.

Qué duda cabe, el máximo líder que ha conocido la humanidad para millones de seres humanos, su mensaje de amor, paz, justicia y esperanza, era y ha sido la ruta de vida de cientos de familias chilenas. Si hay algo que carecemos en medio de esta tragedia disfrazada de pandemia, es la inexistencia de un líder de verdad. En mi juventud existía la falacia de la frase rebelde: “Cristo es el camino Marx es el atajo”. Los años hicieron caer el muro en Alemania y la doctrina que lo sustentaba, dejemos a la historia ese juicio que ha de ser fuerte. No deja de llamar la atención que el mensaje del profeta se haya manipulado, mutado o acomodado conforme los hombres han querido, pero su ´´Parábolas” del hijo pródigo entre otras, y la gran frase ante el juzgamiento popular sin juicio de una supuesta pecadora: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra.” Nos han dado junto al testimonio de los conversos más notables como Saulo de Tarso o simplemente San Pablo -con sus famosas cartas a los pueblos- no sólo la maravillosa opción de cambio en las personas sino también el aporte que, en muchas cárceles y lugares pecaminosos, el mensaje del líder de Nazaret, es potente y vigente. Su figura ha sido inmortal en el alma de muchas familias, pese a la crisis de las instituciones, entre ellas, las Iglesias.

Es posible reafirmar que finalmente para muchos de nosotros luego de la traición, el desconocimiento, y la impropia sentencia popular del mensaje de Jesús, salvador de vidas y espíritus o el opio del pueblo para otros, demostró la cara social de la manipulación y la injusticia.  Hay varios historiadores que nos ilustran sobre “el procedimiento” -para muchos ilegal e ilegítimo- que implicó la sentencia al mesías y líder espiritual de varios millones de seres humanos.

Así, los fundamentos históricos se entrelazan con dogmas y concepciones religiosas y por tanto, para quienes procesamos en lo espiritual la creencia en las sagradas escrituras nos ha de imponer en nuestra propuesta de respuesta, la fe más que la historia, de cuyos registros podríamos hacer una tesis sobre si existió jurídicamente una justa imputación y un debido proceso. Ello daría para una larga reseña sobre lo que -en el contexto histórico- se aplicaba por los romanos en un caso similar, se planteaba como el hijo de Dios y, por tanto, agitaba con su mensaje de amor, justicia y salvación divina, una especial acción de desestabilización potencial al poder del imperio.

Hoy por hoy, en lo anecdotario, muchas bromas en redes sociales atribuyen a un supuesto fiscal o un juez chileno, la injusticia de la sentencia condenatoria de este líder que era un peligro para la estabilidad política y administrativa de la estructura de la época. Todas esas burlas sobre el verdadero responsable del fallo a Jesús, reposan en la convicción que siempre es otro, quien debería cargar con el peso histórico de tal decisión. Como una paradoja de la vida, podríamos afirmar que en realidad fue el pueblo el que sin una clara imputación y conforme a una tradición existente, pidió la liberación de un famoso delincuente como Barrabás en vez del hombre que -en nuestra fe- pretendía salvar a la humanidad. Esa escena donde la multitud repite como un coro demencial, que el justo vaya a la cruz; resolviéndose en definitiva “usando al hombre agrupado” para obtener el insumo necesario que logre la liberación del ratero y la sanción del salvador de almas; es en definitiva en nuestro concepto, una decisión política que buscó satisfacer a las masas, al pueblo virtuoso que supuestamente no se equivoca.

Vaya paradoja de la historia de la humanidad, pese al desarrollo de conceptos como el respeto a la dignidad de las personas, algunos líderes buscan en “las encuestas que representen al pueblo, la razón para justificar sus conductas”. Pese a que la ruta de la historia ha evolucionado, persisten en algunos la convicción que basta una imputación social o funa, para condenar sin un debido proceso a quien se estima a priori como culpable. Existe un divorcio absoluto en el desarrollo del derecho y la sanción social que a veces cae en un proceso callejero para dar por sentado que un sujeto es culpable sin existir un cumplimiento de garantías para pasar del prejuicio al juicio sereno, racional y justo. La gran mayoría de las personas observan a otros como imputados potenciales y en el día uno de la detención, exigen las penas del infierno. Tal como le ocurrió al santo personaje nacido en Belén una pena anticipada y popular. Hoy tenemos los famosos matinales, las redes sociales o programas periodísticos especiales; los que nos entregan desde fiscalizaciones, crítica y mucha morbosidad; para que la gente adopte una determinada postura.

Es lo que llamamos la justicia romana del coliseo versus el derecho. Catones morales que ofrecen la verdad revelada en vez del proceso razonable y justo, eso mismo fue lo que le ocurrió al líder que padeció en la cruz, por muchos, llevado allí por quienes miraron para el lado y se lavaron las manos, otros que se remitían el caso sin ir al fondo y finalmente, los más cercanos que olvidaron la palabra lealtad. La historia hoy se repite, lástima que al menos no exista algún héroe o líder como el que llevaron a la muerte, pues seguramente, los que hay no serían capaces de soportar entregar un mensaje verosímil, sin mirar a la galería, a sabiendas que lo que les espera es la cruz o los leones como destino. Mejor vivir el cinismo de la droga colectiva, la demagogia y el populismo.

| LO MAS LEIDO