“El lunes comienzo la dieta”. Por Rodrigo Reyes

Jul 23, 2020 | Opinión

Rodrigo Reyes Duarte, abogado. Director Jurídico de Prelafit Compliance.

A menudo sabemos lo que debemos hacer, qué es lo mejor para nosotros, pero somos incapaces de hacerlo. La dieta no comenzará el lunes y tal vez encontremos una razón para dejarla para después y culparemos a la pandemia o a la discusión del 10% de las pensiones que nos ocupa más de lo debido.

Cuando estamos intentando que las personas modifiquen sus conductas puede resultar el envío de un mensaje adecuado. En Inglaterra, por ejemplo, la autoridad de salud preocupada porque los médicos recetaban una cantidad impresionante de antibióticos decidió enviarles cartas a los médicos. La carta comenzaba señalando algo así como : “En el Ministerio de Salud hemos advertido que usted prescribe antibióticos en una tasa muy superior a lo que prescribe la media de los médicos en Inglaterra”. El tema de la carta funcionó. Los médicos dejaron de recetar antibióticos sin control.

Pero, ¿Sírve contarle a la gente que lo que hace no está bien? ¿Si le decimos a los conductores que está muy mal enviar mensajes mientras conducen funciona de la misma manera? Y en último término, que es algo que nos preocupa de manera importante hoy, ¿Funciona la educación financiera para que la gente ahorre para su vejez?

Se ha podido apreciar en diversas investigaciones que efectivamente la gente aprende a manejar bien su dinero si les das información, pero no cambia su comportamiento en el mediano ni largo plazo. Aprende la lección y sabe que debe mejorar sus hábitos, pero el comportamiento de la gente no mejora de manera sustancial.

¿Qué funciona entonces en esta materia?

Algunos investigadores de comportamiento han sostenido que a menudo los problemas son de “fricción”. Por ejemplo, si al obtener nuestra cédula de identidad o pasaporte nos preguntan si queremos ser donantes y para serlo debemos llenar un pequeño formulario, es distinto que si nos preguntaran si queremos ser donantes y debemos llenar el formulario en el caso de rehusarnos. Pareciera que odiamos más llenar formularios, que ser donantes. Algo parecido pasa con el ahorro.

Usted me podrá decir que lo que pasa en Chile es que mucha gente es pobre, más aún en tiempo de pandemia y carece de capacidad de ahorro, pero en lo que sí estará de acuerdo es que este tema es vital. De hecho, se estima que las personas necesitan un porcentaje cercano al 70% de sus ingresos laborales para poder subsistir una vez que se jubilen.

Una mujer que hoy tiene 30 años se jubilará a los 60 y su expectativa de vida en esa época en Chile (2050) será de casi 90 años. Eso significa que si esa mujer siempre trabajó y cotizó tendrá unos 30 o 40 años de imposiciones que debe financiar otros 30 años de pensión. Por cada año trabajado debiera ser capaz de ahorrar algo menos de un año de pensión de vejez. Nadie lo hace y no se trata de un tema exclusivamente de pobreza, como veremos.

El experimento de Kibera en Kenia

En Kibera, un suburbio de Nairobi, la capital de Kenia, quizá uno de los lugares más pobres del mundo se hizo el siguiente experimento. Se pusieron en práctica sistemas de ahorro para para que los habitantes de ahí pudieran depositar una pequeña suma de dinero todos los días.

El primer sistema funcionaba con el principio depósito fácil/retiro difícil. Las personas hacían transferencias diarias al banco marcando un par de botones en el celular, pero para poder retirar el dinero tenían que tomar un autobús hasta la ciudad e ir al banco en persona, lo que podía tomarles hasta 4 horas.

El segundo sistema fue igual que el anterior, pero el banco, además, enviaba un recordatorio semanal incentivando a hacer depósitos: “Ahorre más”

En el tercer sistema había una pequeña variación, el recordatorio venía no del banco, sino de los hijos del sujeto, que le incitaban a hacer un depósito pensando en ellos y su futuro. “papá ahorra para nosotros y nuestro futuro”.

El tercer sistema fue el más exitoso de los 3. Esto explica por qué el mensaje a través de niños han sido claves en las campañas publicitarias para incentivar la conducción responsable, por ejemplo. Esta opción, además, tenía un regalo: tus niños te lo agradecen.

Pero un cuarto sistema resultó aún más sorprendente. Se trataba de pequeñas transferencias diarias al banco a través del celular y la utilización de una pequeña moneda con 24 números escritos en ella y que debía dejarse en casa. Una vez por semana debían raspar con un cuchillo el número de la semana que se tratara. Rasparían de derecha a izquierda (como un signo negativo) si no ahorraban, y de arriba abajo, si lograban ahorrar.

Lo increíble es que con este último sistema se logró duplicar el ahorro.

De alguna manera la experiencia del raspado de la moneda nos permite decir: “Sí, hay menos comida hoy, pero hay esperanza en el futuro”.

En suma, cuando hablamos de comportamiento humano es muy importante preocuparse de lo que los estudiosos en ciencias sociales llaman “fricción”, esto es obstáculos que dificultan la acción, como por ejemplo, llenar un formulario; y en segundo lugar, observar de manera más holística el problema e indagar y experimentar con las motivaciones de las personas. Sabemos que nos motiva una mirada optimista del futuro, nos motiva el mensaje de nuestros hijos, pero existen otros elementos con los que podemos experimentar cuando diseñamos políticas públicas o cuando elaboramos códigos de conductas en las empresas, por ejemplo. La pregunta que nos hacemos es parecida, ¿qué determina que la gente ahorre? ¿solo los pobres no ahorran? Y en las organizaciones ¿qué determina que la gente haga trampas o se comporte inadecuadamente? Responder estas preguntas de modo adecuado puede hacer la diferencia entre ahorrar y no ahorrar para la vejez, o entre el comportamiento adecuado y el delictivo.

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