Don Valentín Letelier, el Estado democrático de derecho y la educación. Por Ernesto Vásquez

Jun 5, 2022 | Opinión

Ernesto Vásquez. Abogado. Licenciado, Magíster y Profesor Universidad de Chile. Máster y doctorando. Universidad de Alcalá.

La Región del Maule y la Metropolitana están unidas por un hito histórico, humano y educativo, imposibles de no declamar. Aquello se funda en un personaje de características extraordinarias, una figura que ha quedado rotulada en los anales de nuestra historia, máxime en momentos donde los chilenos buscamos una nueva ruta constitucional. En efecto, les vincula uno de los intelectuales más brillante y prestigioso de nuestra existencia como país, don Valentín Letelier Madariaga. Un hombre que amaba a su país y su familia; quien nació en Linares en el año 1852 y falleció en Santiago, un 19 de junio de 1919. Este mes, conmemoramos ciento tres años de su partida. Cabe recordar que, en el centenario de su muerte, la casa de Bello -entre otras instituciones- le dedicó jornadas de reflexión y recuerdos en su memoria y dable es repetir parte de las expresiones que tuvo al efecto, el Rector Ennio Vivaldi, quien resaltó la figura y obra del homenajeado, la que a juicio de la autoridad académica, sigue vigente hasta el día de hoy, refiriendo: “Valorar su contribución a la Educación Pública, darle tanto a cada individuo para desarrollar sus talentos como persona, como también la posibilidad que tiene un país de enriquecerse como sociedad, como conjunto, de manera solidaria, con el máximo aporte que sus habitantes pueden dar.  Es quizás este sentido de Justicia y de Educación Pública lo que hace que el legado de Don Valentín Letelier sea extraordinariamente valioso para nosotros y que toma vigencia hasta en estos días”.

Don Valentín, estudió Derecho en la Universidad de Chile, su memoria la realizó sobre gobierno local, rotulada: “El poder municipal o la descentralización administrativa”, lo que da cuenta de su preocupación por la descentralización y la administración comunal, con el objetivo de mejorar la vida en comunidad. Es menester recordar su lado de entrega social, al desarrollar la labor de Bombero, existiendo hasta hoy la Segunda Compañía de Santiago que ahora lleva su nombre, fue un amoroso padre -como nos lo recordara en una ceremonia hace algunos años en la Facultad de Derecho; el Profesor Eric Palma, quien nos compartió -en presencia de las autoridades de la universidad- una carta muy hermosa que el distinguido ex Rector de la Universidad de Chile le escribiera a su hija, con ternura que delata a un padre cariñoso y preocupado por el futuro de su hija amada.  Asimismo, fue un intelectual de fuste, reconocido dentro y fuera de nuestras fronteras, especialmente en Europa; con un intelecto superior, supo explorar diversas áreas de la vida humana; su armadura fue la sabiduría y el conocimiento, su objetivo, el desarrollo espiritual y humano. Fue un político, académico, filósofo y jurista que se destacó, en todas las áreas en que supo desenvolverse, tuvo su cabeza llena de proyectos e ideas, con fijaciones certeras en el bienestar de los habitantes del país que amaba y de su familia que adoraba; lo cual, lo hacían soñar y estudiar, entendiendo que en el conocimiento y la educación social estaba el futuro de un país mejor.

En Linares y también en la capital, hay un Liceo que lleva su nombre, en el caso del ubicado hoy en la comuna de Recoleta, aquel fue parte de su idea, el establecer según su postura, “otro faro guía en la capital”, el Liceo de Hombres de Santiago, luego Liceo de Hombres Valentín Letelier y que es actualmente, mixto. Tuve el honor de estudiar en dicho establecimiento educacional, la casa educativa que fuere el lugar de formación profesional de artistas, intelectuales, juristas y científicos, cuyo norte era servir. Dicho Liceo, que por años tuviere el sello de emblemático, era un espacio donde se materializaban de alguna manera, las directrices y aspiraciones de formación inspiradas en don Valentín, esto es, un egresado de esas aulas, debía ser un aporte a Chile, siguiendo para ello la senda de la disciplina, el honor, el estudio, el respeto por los valores patrios, el estado de derecho democrático, la educación y la familia, así como, un énfasis en la ciencia y el deporte. Se buscaba entregar las herramientas intelectuales y valóricas, para esa persona que, con principios y sueño nobles y sencillos, ocupara cargos de relevancia o ejecutara actividades en favor del servicio público al país y a la sociedad, de ello hay testimonios variados en el museo que hay en dicho Liceo.

El establecimiento capitalino que lleva su nombre refleja su sello humano e intelectual, aquello, en algunas palabras y frases están insertas en el himno del Liceo ubicado en la intersección de las calles Recoleta y Buenos Aires; a saber: “El deporte, las ciencias, las artes/ son banderas que al sol desplegamos/ el deporte nos hace más fuertes / y las ciencias más cultos y sabios. / Si el honor, el prestigio y la fama/ mancillaran potencia extranjera/ por la patria querida sabremos/ defender nuestra invicta bandera/ Hurra muchachos del Valentín/ templad los nervios y sonreíd/ éste es el lema del Letelier/ Nunca rendidos, siempre vencer…”

En este mes en que conmemoramos más de cien años de la partida del jurista, cabe recordar que aquel, desarrolló labores diplomáticas y en uno de esos viajes en Alemania, tuvo su fijación con la enseñanza y aquello mezclado con su vocación de servicio público, lo llevó a entregar una gran frase al presidente Pedro Aguirre Cerda y que encarnó lo mejor de los sueños de don Valentín Letelier, esta fue: “Gobernar es Educar”.

En esa línea, hoy para la elaboración de nuestra carta fundamental, la figura de don Valentín Letelier Madariaga, sería el faro guía oportuno y pertinente para diseñar a partir de un pueblo virtuosamente educado, instruido y con valores que aquel encarnaba, la de un reflexivo y gran servidor público. Parafraseando a Confucio, aprender sin reflexionar es malgastar la energía, pues la reflexión es parte de la experiencia que adquirimos, tenemos que estar en paz con nosotros mismos, de lo contrario, no podemos guiar a otros en la búsqueda de aquella y antes de educar a los demás, debemos autoeducarnos. Hoy más que nunca, la razón y la palabra debe primar sobre la violencia, pues, la ignorancia es la noche de la mente: pero una noche sin luna y sin estrellas.

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