Don Juan Aguad, un gentil hombre bueno, un maestro justo y bondadoso. Por Ernesto Vásquez

Mar 7, 2021 | Opinión

Créditos Imagen : Universodad de Chile

Ernesto Vásquez Barriga. Abogado. Licenciado, Magíster y Académico, Universidad de Chile. Máster y Doctorando, Universidad de Alcalá.

Hay personas que dejan huellas en la vida y de alguna manera -sin quererlo- nos entregan un legado cuando realmente son sinceras, valiosas y francas; sujetos íntegros sin dobleces, capaces de llenar los recónditos rincones de las congojas humanas, cuando logramos -parafraseando a Kahlil Gibrán- no sólo compartir con estos amigos, las reflexiones más profundas, sino también los mejores momentos, las tristezas comunes, recibir los consejos adecuados; entonces realmente hemos sido bendecidos por la vida y tenemos una deuda con su memoria y si estas personas además, han aportado a diversas áreas relevantes del quehacer social, el compromiso con su memoria -cuando aquellos nos dejan- se transforma en un deber moral.

Cómo se ha dicho, hay hombres que luchan por muchos años y pasan a ser imprescindibles, personas que han sembrado en cada una de sus labores un cultivo de bondad y amistad, una dedicación y un compromiso con principios y valores superiores, en áreas como la justicia y el deporte, las comunicaciones y el derecho, la representación de otros sujetos que no tienen voz propia y que, a través suyo, pueden ser escuchados. Esos seres humanos son aquellos que merecen ser recordados y destacados por siempre, pues si así lo hacemos, entonces su legado de amistad fraterna, alegría y trabajo fructífero en distintos tópicos, hará que esté su silueta y su sello personal vivo a pesar de que haya partido.

Qué duda cabe, don Juan Aguad Kunkar merece ser recordado por siempre, en el deporte, en el periodismo deportivo, en el Derecho, en la Asociación de abogados, entre los Jueces de Policía Local, como un faro guía para las nuevas generaciones. Fue un hombre sencillamente justo y cordial, un amigo entrañable, un consejero misericordioso, un altruista para regalar de su tiempo a otros, sin esperar nada a cambio, más que -como decía Alberto Hurtado- “sentir el agrado de efectuar bien hecha su labor”.

La vida me permitió conocerlo en la judicatura y abrazar junto a él varios sueños respecto de una comuna -como Lo Espejo- donde la precariedad y las necesidades eran pan de cada día, sus actuaciones llenas de bondad y alegría, calaron hondo en mi alma y mi formación profesional; aprendí de sus sabios consejos, de sus decisiones adoptadas con una ecuación perfecta entre la autoridad y el afecto, siempre franco, mirando a los ojos decía lo que estimaba correcto, de una manera tal que nada era una ofensa y todo parecía una enseñanza, un regalo que luego se transformó en amistad.

Lo increíble es que coincidimos en muchas cosas, nuestra natal Quillota, nuestra admiración por Valentín Letelier, nuestro aprecio por el buen trato, nuestra enseñanza en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile y por cierto, nuestro amor por el deporte y la justicia. Don Juan o Juanito con afecto para los más cercanos, era un gran hombre y grande en estatura física y moral, cuestión que pocas veces coincide. Hacía tantas cosas en su vida con un gran compromiso que -como recordara don Edgardo Marín- se podría decir coloquialmente, que “las hacía todas” y fui testigo abonado de aquello. Es imposible encontrar personas que desdeñen su memoria y sí, muchos amigos por doquier, tanto en Chile como fuera de nuestras fronteras, como lo recordara su amada hija en su despedida en el verde prado donde descansarán sus restos, mientras emprende el viaje donde han de llegar los hombres buenos como él.

Amaba a su país, la justicia y el deporte y por sobre todo a su familia, quienes con sentida congoja más que atendible, han de soportar su partida y sólo el tiempo podrá morigerar en ellos la pena que su lejanía corporal les dejará en sus corazones. Esa misma tristeza que nos embarga a muchos que en alguna estación de su vida, tuvimos el honor de compartir con él, disfrutar y reír, hacer deporte y soñar con una sociedad más justa.

Permítanme quedarme sin exagerar, con el recuerdo de haber estado con un gran ser humano y aunque sea una misión imposible, seguir la directriz de vida que manifestó Kung Fu Tse, Confucio, «Cuando veas a un hombre bueno trata de imitarlo; cuando veas a un hombre malo, examínate a ti mismo»; nos ha tocado -creo- conocer y compartir con un buen hombre y porque no decirlo, un sujeto lleno de alegría y sabiduría que con sus actuaciones daba cuenta de su calidad humana total, parafraseando a Lao-Tse, en alguna medida don Juan Aguad fue la visita de un sabio, ya que “el sabio no enseña con palabras, sino con actos” y tanto su amada familia como sus innumerables amigos fuimos testigos de aquello.

Querido don Juan, serás recordado por siempre entre todos nosotros y en particular, en la justicia y el deporte, te llevas por ello, una medalla de oro para tu último viaje.

| LO MAS LEIDO