De Tiranos, fuego y otras yerbas. Por Ernesto Vásquez.

Feb 26, 2023 | Opinión

Por Ernesto Vásquez. Abogado. Licenciado, Magíster y Académico, Universidad de Chile. Máster y Doctorando, Universidad de Alcalá.

El mundo y el país están inmersos en un túnel, atrapados por noticias negativas. Una guerra absurda (como todas) que tiene sumida a Ucrania en la tristeza y el miedo permanente, que me crea un nudo de congoja en la garganta. La conducta del invasor solo me hace recordar –como dijo Albert Einstein- que: “La fuerza siempre atrae a los hombres de baja moralidad.” ¿Cuánto dolor en un año, tanto de familias rusas como ucranianas?  Al final del día, son las madres y las familias, las que lloran a sus hijos que deben abrazar una guerra que otros juegan; jóvenes que dejan de lado sus sueños y proyectos, por el ego insaciable de un líder de esos con pie de barro, que los obliga a matar a otros seres humanos y terminan siendo –muchos de ellos- también aniquilados.  Nadie gana, todos pierden, salvo el ego insaciable del tirano agresor.

En Centroamérica, otro tirano que de rebelde populista –como suele ocurrir- se ha transformado en dictador de baja estofa y ha castigado la dignidad no solo de su pueblo, también ha golpeado en el corazón del honor de muchos intelectuales y escritoras, despojándolos –cual emperador sin imperio legítimo- de la nacionalidad nicaragüense, siguiendo la ruta cronológica y temática de pequeños tiranos que o invaden la tierra ajena como en Ucrania o se apegan al libreto de ignominia que les es propio.  Nuestra solidaridad con los débiles y hoy con los oprimidos por estos crueles déspotas. Aunque poco tengo de esperanza en el cambio -en los casos indicados- una luz se abre en mi norte, recordando a Gandhi: “Cuando me desespero, recuerdo que, a través de la historia, los caminos de la verdad y del amor siempre han triunfado. Ha habido tiranos, asesinos, y por un tiempo pueden parecer invencibles, pero al final, siempre caen.”  En el caso de Nicaragua, la Canciller Antonia Urrejola  –conocedora de la desgracia de esa patria- ha desplegado la generosa solidaridad chilena, frente a un inexplicable silencio de otros líderes progresistas de la región y Chile, ha vuelto a ser coherente con su sello: “O el asilo contra la opresión”, que reza el himno y de inmediato, como una bendición para nuestra literatura, la escritora Gioconda Belli, aceptará la nacionalidad chilena con emoción de su parte y con gratitud de este lado de la cordillera de Los Andes.

En fin, esta columna podría ser una letanía infinita de hechos dolorosos que acontecen en el mundo y en particular en nuestra enjuta, pero hermosa geografía y es que el fuego ha arrasado con todo a su paso, preocupando y ocupado a las autoridades de diversos signos, instituciones y pensamientos –pues no es momento de pequeñeces ni de sacar partido ni menos, crear conjeturas de esta verdadera desgracia- que obvio, también da cuenta de una estela de dolor no solo por las víctimas humanas y sus daños materiales, como casi fuere norma, atacando con crudeza a la población más precaria, pues en tan dantesco escenario de fuego incontrolable, sufren nuestra flora y fauna, como mudos testigos de la torpeza humana, sea culposa o dolosa; como ya lo determinarán los expertos y a quienes corresponde pronunciarse en un estado democrático de derecho. Hoy por hoy, solo cabe ayudar, solidarizar y luchar por apagar el fuego y en medio de esta nebulosa surgen entre tantas malas noticias, destellos con luces de solidaridad y calidad. Es verdad que, entre tantas sensaciones grises, sustentadas muchas de ellas en la realidad brutal en que la situación nos ha secuestrado, (multiplicando por las redes sociales y con sujetos que gozan con el conflicto), no es fácil dejar de lado el luto de una sociedad que sufre por las huellas mortales del infierno del fuego, con su red nociva en los efectos multiplicadores negativos que se presentan en nuestras comunidades.

Algunos en su percepción infinita de derechos sin deberes, no sólo han renunciado a colaborar y entregar algo de sí, solo han buscado sembrar el odio y la amargura, como si la realidad ya no fuese suficiente, han aprovechado cada espacio para explotar su individualismo y acciones indecorosas que hacen que la lucha por la armonía social sea cuesta arriba.

La oración correcta para la galería, denostando al otro, aquel semejante y prójimo, usando el chaqueteo del chileno -tan propio de nuestra cultura- incapaces de decir en persona y de frente, lo que la envidia les hace escribir en las redes sociales, a veces nos hace recordar las directrices sociales que eran el pilar de nuestra comunidad soñada, la educación, “Gobernar es educar”, una frase tantas veces usada y cuyo creador don Valentín Letelier Madariaga –Rector de la Universidad de Chile, nada menos, entre otros honores y gloria-  fue un visionario que proponía bajo ese rótulo un universo mucho más profundo que esperemos pueda ser recogido en el nuevo proceso constitucional.

La desgracia, el fuego y la guerra, parafraseando al gran escritor Albert Camus, ha logrado provocar no sólo una explosión de la miseria material y muerte; también se ha asomado la precariedad humana. Hay que –siguiendo al Intelectual Letelier- humanizar la enseñanza, desde la corta edad y también armonizar las relaciones, empatizando con el otro, pues nadie sabe el camino que cada cual ha recorrido sin conocer el zapato que ha utilizado y todos estamos dando una lucha que el prójimo desconoce. Así, parafraseando al hermoso poema “Desiderata”, ojalá que la pequeñez de muchos no nos impida observar la grandeza de millares, las acciones solidarias, la labor de nuestros brigadistas, la grandeza de los bomberos, los funcionarios públicos de la zona y los ejemplos de solidaridad mundial ya relatados, ruta de humanidad que la esperanza es una senda plausible, pues aún hay gente que sueña con nobles ideales. Luego de tanto dolor, bien vale la pena, secar las lágrimas y aceptar el desafío de nuestra poetisa y maestra Gabriela Mistral, y podamos hacer realidad su mensaje: “Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú. Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, hazlo tú. Sé tú el que aparta la piedra del camino”.   Tengamos fe.

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