Chile necesita quererse más y respetarse con empatía. Por Ernesto Vásquez

Ago 28, 2022 | Opinión

Ernesto Vásquez. Abogado. Licenciado, Magíster y Profesor Universidad de Chile. Máster y doctorando. Universidad de Alcalá.

Mientras una nube gris se posaba en el cielo y con ello, en mi mente y mi alma la nebulosa todo lo cubría, mis mejillas eran un pasillo donde la tristeza se materializaba, era la humanidad con su peor vestimenta que se presentaba ante mi precariedad completa. Mientras los dolores estaban en mi entorno, observaba por la ventana de la vida que la gente ocupaba mucho de su tiempo en temas negativos o cosas intrascendente. En efecto, sentía que la gente peleaba más de lo que se quería, lloraba más de lo que reía y juzgaba más de lo que perdonaba. Es que la vida te debe poner a prueba, mostrarte el lado más duro de la luna, a efectos que recuerdes que luego de la noche más oscura, nublada o llena de estrellas, siempre ha de asomarse el sol y con su luz, un destello que entrega el camino para una vida plena. Entendí, que muchas cosas están en la mente, los prejuicios, las ideologías, las posturas violentas, los rencores y las rutinas, los eslóganes y las frases para la galería.

Las relaciones humanas están dotadas de superficialidad, poca esencia y mucho de lo accidental, aquello que no aporta, que solo mella con la frase que declama en una boca que emite sin pensar que lo que se dice, es una palabra que jamás regresa. En fin, he descubierto la pólvora, que la violencia requiere de la mentira, que la paz se cimienta en la justicia y el respeto, en los derechos y los deberes, que muchas veces hemos aceptado envenenar la mente; algunos juran que pueden ser legítimos defensores de los derechos esenciales de la persona humana declamados universalmente, aunque en la casa o en la oficina, al prójimo se le trate deplorablemente, la consecuencia es lo de menos, lo importante es la imagen o el rótulo.

Cada día en invierno vemos en la Región Metropolitana de Santiago, la majestuosa cordillera que luego de la lluvia, se nos presenta en su total integridad, un ejemplo del amor que la naturaleza le ha tenido a esta patria o el mar que tranquilo nos abraza en el pacífico de este flaco país que besa el desierto y toca con sus pies el hielo antártico chileno, que de cuando en vez, se remece, se cae y se levanta, quizás por el regalo de la vida que hemos olvidado: el amor, que ha sido suplantado por el odio con la estela de sus multiplicadores efectos negativos.

Me quedo un instante infinito con ese sentimiento que debemos rescatar, porque ya lo declaman las escrituras sagradas: El amor todo lo cree, el amor todo lo da, dicho sentimiento no daña al otro, no busca el mal y si yo no tengo amor -lo cantaba en mi juventud- yo nada soy Señor.

Que entiendo por amor: Es la única huella indeleble de la nobleza humana. Indefinible e inagotable en inspiración, con rutas y escenas que permiten entenderlo o acercarse a la esencia de aquel.  Se presenta en un momento de la existencia, en la primera interacción perfecta entre el llanto que surge en el parto que da origen a la vida, con el dolor natural que se morigera con la felicidad que brota del alma de la madre, aquel ángel que da la existencia en el alumbramiento. Es la extensión invisible de la mano que acoge siempre sin miramientos. Única, incondicional y total; dispuesta perpetuamente. Aquella de los progenitores para con su prole. Es el todo que cede a cambio de nada. La oferta de consagrar la vida por el otro sin titubear un segundo. El amor es el perdón y la misericordia en su máximo esplendor. La alegría perfecta que germina cuando logramos ser más humanos. El objetivo único como meta de aquel, es hacer feliz al prójimo y se muestra en la expresión y el latido dichoso del que ve acercase el rostro de quien ama. Son los ecos de millares de mariposas imaginarias, que brotan por alguien especial y que surcan con suavidad cada rincón del alma. Es la sonrisa espontánea y natural de quien observa la silueta de aquel ser que llena su menguante de armonía y paz.

Quien ama no odia ni daña. Al amar, se entrega en cuerpo y alma. Pues el amor es el aire esencial para la existencia, el pilar que mantiene con vida el universo, el arte y la ciencia. Lo más diminuto y lo más inmenso. El amor es poesía, juego, armonía y verso, en sus expresiones más intensas, las más mundanas, las más puras y santas, aquellas del padre a sus hijas y que reinventa cada día con la compañera de ruta, la que te consuela en tus penas y ríe en tu dicha plena.

Este hermoso sentimiento parece estar en retirada, me rebelo a ello y a mis niñas les regalo cada día la frase con contenido de un te amo sincero y claro, como la expresión total de quien te ve como el regalo de la existencia, que ha sido su fruto más hermoso, como el abrazo en el dolor y en la alegría que se da una pareja que se ama, que sabe lo que es esencial y lo que es hojarasca. Eso que he logrado, cerrando mis afectos, siento que está en extinción, hoy por hoy, en mi querida patria.

| LO MAS LEIDO