Cambiar, ser solidario, madurar y perdonar, es una buena ruta. Por Ernesto Vásquez

Nov 6, 2022 | Opinión

Ernesto Vásquez. Abogado. Licenciado, Magíster y Profesor Universidad de Chile. Máster y doctorando. Universidad de Alcalá.

Una síntesis de un testamento podría indicar que “Lo más terrible se aprende enseguida y lo hermoso nos cuesta la vida”, parafraseando al trovador, atrapado entre sus lealtades a cadenas de una patria con una precariedad permanente; quien declamó con certeza, en una de sus canciones aquella verdad irrefutable. Dable es agregar que la maravilla de la juventud es la irresponsabilidad insolente de creerse dueño de la verdad de una vida recién iniciada, donde creemos que podemos hacerlo todo en borrador, olvidando que la existencia es una ruta que no admite usar el corrector, al que solíamos recurrir en nuestros apuntes y jamás en ese estadio de la asumimos que efectivamente la película existencial va en una sola dirección, en directo y aunque es sano y natural disfrutar la riqueza del placer o la alegría natural, solemos caer en imprecisiones, errores y muchas veces, adoptamos caminos o decimos frases que con el paso de los años nos arrepentimos, esperamos más de otros y nos decepcionamos con facilidad; pensando que los seres humanos sueñan en conjunto y son sinceros en sus promesas y expresiones.

Al final del día, muchas veces ex post, sabemos que algunos sujetos -desprovistos de pilares formadores- sometidos a una encrucijada son capaces de declamar infamias para salir de sus situaciones flagrantes de deslealtades.  Solo ayer -en una de las obras humanas y privadas más hermosas que existen en Chile y de las pocas cosas que nos quedan como símbolo de unidad (La Teletón)- cual tradición, las autoridades sentadas en primera fila, daban el inicio a una jornada donde -si miramos con ojos sanos y nobles- es una acto de hermandad y amor que por algunas horas nos recuerda que la discapacidad es una situación que nos invita a quienes no la padecemos, a integrar y respetar a quienes requieren espacios y lugares especiales y privativos para su uso y goce; elementos sencillos como el ascensor del metro o los estacionamientos, en ambos casos, normalmente irrespetados por seres insolentes que obvio confunden caridad temporal con solidaridad eterna y merece un reproche pleno. Es que, como decía San Alberto Hurtado, allí donde termina la justicia, comienza la solidaridad y la caridad. Ergo, quienes hemos estado más de medio siglo en esta patria, no solo sabemos lo precario que era, además podemos dar fe del tremendo cambio que la teletón ha significado para muchas personas y millares de familia, además de visibilizar la temática en todas sus aristas, lo hace en un espacio de dignidad que surge del mundo privado y pese a las injuriosas e injustas críticas, sigue siendo una gran obra.

De hecho, valoro como un acto de madurez, las expresiones del Presiente Gabriel Boric, quien no solo visitó el recinto e interactuó con las personas que allí están, dijo además con claridad, que en algún momento de su vida hizo críticas injustas a este evento, que ahora con el pasar del tiempo, son del todo incoherentes con esta obra de amor y esfuerzo que posee la magia de superar la barrera de preocuparse para asumir la tarea de ocuparse. Hace años he evitado hacerme cargo de las opiniones de los seres humanos que anidan en las redes sociales y en la vida, que usan cualquier espacio para criticar lo que sea quien fuere que lo haga o dan consejos y análisis desde sus pedestales llenos de sabiduría y moralidad; aunque obvio, desde sus cómodos lugares de análisis y en sus hogares no son capaces de ordenar ni su cama, no cumplen sus deberes colectivos y “justifican la  violencia” como un proceso necesario  de contexto, desempoderando a la autoridad, dando el mensaje fácil al ignorante que asume que ello implica, burlar la ley o aplicar la propia, multiplicándose por doquier las incivilidades, haciendo letra muerta las primordiales reglas de urbanidad y el básico principio -ya en desuso- que el derecho personal termina donde comienza el del prójimo.

En fin -el cambio de opinión expuesto por el presidente- hizo que el espacio de impunidad que dan las redes sociales se inundara de críticas feroces, sobre la manifestación de respeto del gobernante y su aprecio sobre la obra solidaria en comento; mutación de postura que uno, con los años lo celebra. Un ser inteligente debe estar abierto el cambio, lo inmutable es propio de la ignorancia y la estupidez humana. Lo primero que les afirmo a los estudiantes con los que converso en Pío Nono, es justamente que siempre cuestionen el mensaje de sus profesores o líderes, pues uno verdadero, no querrá tener acólitos o repetidores de sus pensamientos, ya que el verdadero maestro buscará que sus estudiantes desplieguen sus propias alas y que cuestionen con serenidad e intelecto, mensajes y posturas; creando sus autónomas propuestas, coherentes, razonables, lógicas y fundadas. Si es en verdad un Maestro -decía Khalil Gibran- no les pedirá apegarse a su mente y les instará para que abran la propia y que, junto con sus alas colmadas de sabiduría, busquen nuevas razones, horizontes y verdades. No cambiar ni aferrarse a muros que ya cayeron o puentes que llevan al tormento, es renunciar a la magia del saber. Ese cambio razonable y positivo del presidente, es valorable en un país donde la regla es “morir con las botas puestas” y en política pública, eso es fatal.

Tenemos un verdadero “transantiago” negativo en materia delictual y de seguridad, donde el sistema penal juvenil ha sido un fracaso y requiere cirugía urgente y el modelo acusatorio -si bien fue una excelente política criminal- ya posee fatiga de materiales y algunos desde las aulas universitarias y desde el foro, lo venimos diciendo hace casi una década, no basta algún maquillaje o populismo penal, se requieren cambios con intelecto, a sabiendas que la ruta debe corregirse con quienes saben y conocen el giro de la actividad, quedarse en cifras y análisis desde escritorios o zonas de confort, no es lo que merece el sistema. El Estado, parafraseando al presidente, debería decir, en esto hemos fracasado y cambiado de opinión, por tanto debemos convocar a los mejores para proponer las soluciones posibles, que parten por usar eficientemente los recursos humanos y materiales del Estado en materia penal y eliminar los fraudes de etiquetas; se requiere un sistema penal juvenil real y multidisciplinario, no uno que sea una parte del proceso penal adulto morigerado, que en apariencia es especializado y segregado, que solo crea un círculo lleno de nudos críticos que eterniza la delincuencia juvenil, ello no obstante dignísimos esfuerzos de operadores del sistema que se esfuerzan por aplicar derecho, empatía y humanidad.

A muchos que dan recetas de cambios profundos colectivos, desde el desconocimiento y sin sustento, dan ganas de decirles con dulzura: “Si quieres cambiar el mundo, cámbiate a ti mismo”, como ya nos dijo Mahatma Gandhi.  Es que con los años aprendemos, en esa ruta que denominamos experiencia de vida, a valorar con mayor fuerza la esencia de las personas y la sustancia de las cosas, quizás por la dureza de los golpes que te da el tiempo, tus errores y los cambios personales.  Es que el ser humano es un túnel de rarezas impropias; algunos de ellos, cual máxima del ámbito penal, prometen todo desde la vereda del miedo siendo incapaces de extinguir su obligación desde la ventana del mero agrado. El competente sabe diferenciar entre la genuflexión lisonjera y los sentimientos reales. Es la gran virtud del líder que desea llegar a puerto seguro con su carga inmune, entre ellas; elementos, cosas y situaciones que se sustentan en valores, en principios arraigados en el alma de todo ser humano distinguido de espíritu, sabio sujeto que, parafraseando a Confucio, “Valora la lealtad más que el oro y la vida”, pues aquella debe ser uno de los pilares más sólidos de la existencia, una de las piedras fundamentales que sostienen el templo sagrado a la hora de formar una amistad, roca que ni el golpe infinito de las olas puede horadar con algún desatino humano, porque el ave virtuosa jamás ha de picotear a quien le ha dado en la palma su alpiste. A pesar de deslealtades, hay que perdonar y mirar al futuro, para que la vida tenga misericordia con uno y quedarse con los regalos que la existencia nos ha dado, como la familia y para ello, es bueno tener como mantra, lo que dijo Benjamin Franklin: “Escribe los agravios en el polvo, las palabras de bien escríbelas en el mármol”

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