Arturo Prat, el abogado: Un héroe de humanidad ejemplar. Por Ernesto Vásquez

May 23, 2021 | Opinión

Ernesto Vásquez. Abogado, Licenciado, Magíster y profesor Universidad de Chile. Máster y Doctorando Universidad de Alcalá.

El derecho y los hombres están unidos a la historia de la república chilena como la hiedra a un muro de leyendas y mitos. Existen millares de sujetos letrados que desde sus diversos ámbitos han entregado sabiduría al país, constituyéndose en verdaderos ejemplos de cómo debe ser la conducta y directriz de vida de todo servidor público, basándose en sus valores; niveles de compromiso y conocimientos. Así también cabe solo dar cuenta que la gran mayoría de los ilustres Jefes de Estado, presidentes de las Cámaras del Parlamento y, por cierto, destacados integrantes de instituciones de los diversos poderes del Estado, han sido abogados o abogadas.

Empero, en este mundo de historias y testimonios de vida, existe un ser humano de excepción, un héroe de letras doradas unido no solo a la abogacía, también al honor que la historia ha reservado tan solo para unos pocos elegidos, los que han de ocupar el pódium de la gloria, dignos de reverencia, simplemente ejemplos a imitar para las generaciones venideras, por su entrega única, total y sublime a la patria.

A estos sujetos que simbolizan la estrella esculpida en nuestra bandera, se les tendría que rendir honores no solo con un feriado en el calendario, sino también siendo recordados durante toda la vida con proporcionales genuflexiones legítimas de la sociedad en su conjunto, declamando a los cuatro vientos, en cada oportunidad que se tenga, el legado de valor, heroísmo y entrega que nos han proporcionado, atendiendo el valor patriótico de su misión desarrollada en favor del país.

El hombre ha creado especiales maneras de resaltar a sus héroes, entre ellas, estatuas y monumentos; como una forma de distinguir a los seres humanos que han logrado la majestuosidad con sus acciones y cuya gesta merece ser testimoniada de forma ejemplar para las nuevas generaciones con el objetivo de perpetuar el modelo de la labor realizada.

Todo Chile rememora la gesta de Iquique, donde la modesta Esmeralda se hundía -sin rendirse- a punta de espolonazos y cañonazos del acorazado Huáscar; pero siempre con su bandera al tope; dando cuenta del arrojo, dignidad y del honor sobre el poderío del adversario; buque que prontamente fue apresado en el combate de Angamos por nuestros marineros. Así el monitor Huáscar, a modo de honor y homenaje a nuestros héroes, está perpetuamente encallado en nuestro puerto y yace como mudo testigo en la ciudad de Talcahuano.

Cabe recordar, que era una costumbre conmemorar con solemnidad y gallardía, cada mes de mayo el hito histórico naval chileno. Con los años, toda la escena ceremonial se fue ensombreciendo, debido que coincidía con otra fecha de cuentas políticas y los desmanes lograban denigrar el merecido acto recordatorio. Afortunadamente y enhorabuena, la autoridad cambió las fechas que pudieren significar un conflicto al efecto, dando en el tono y tino en esta decisión.

Las máximas autoridades del país, unidas en un ambiente de solemnidad y respeto, conmemoran en la cripta de los héroes, entre otros, al hombre gran hombre de marina y abogado Arturo Prat Chacón, quien, en su momento, no dudó en dar su vida por principios y valores superiores, procurando que su amada bandera jamás fuese arriada ni su gente se rindiera frente al enemigo, aún en situación de inferioridad de fuerzas. He ahí la grandeza del patriota en su máxima expresión, que fue inmortalizada en su arenga: “Mientras yo viva, esa bandera flameará en su lugar. Y si muero, mis oficiales sabrán cumplir con su deber.” (A veces duele el alma que personajes públicos oferten entregar esos territorios que nuestros héroes defendieron o con sus propias vidas)

No es extraño entonces que, como justicia social y de la vida, millares de calles y escuelas lleven su nombre, con las mismas letras que describen al hombre que amó a su patria y le regaló su vida y con ella, su futuro personal y familiar. La figura del Capitán de la Esmeralda se engrandece infinitamente como la estrella magna del firmamento, aquella que se rubrica solitaria en la bandera tricolor, a cuyo símbolo dio juramento de vida el héroe naval.

En medio de nuestra realidad social, donde las infracciones comunes y las penales más los conflictos sociales, han permeado en diversas esferas de la sociedad, cuando la falta de respeto a las normas mínimas de urbanidad y la descortesía con la arrogancia reinan por doquier y la violencia -en sus diversas expresiones- se ha naturalizado en los diferentes estratos de la comunidad siguiendo casi al pie de la letra los sones de aquel tango nominado Cambalache, que sentencia aquello que “es lo mismo un burro que un gran profesor”, precisamente por todo lo anterior, es dable hacer un guiño positivo a la vida e invocar y relevar la figura de Prat como ícono de unidad, quien merece ser el faro guía indiscutible a la hora de buscar la luz al final del túnel, iluminando la salida de este conducto de la desconfianza que nos abraza como sociedad.

En mis años de estudiante me llamaba positivamente la atención observar el busto a la figura del marinero y letrado Arturo Prat, que aún está en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Emplazado en pleno patio dicho monumento jamás fue zaherido por alguno de los estudiantes. Nunca observé un gesto impropio hacia su figura. En la década de los ochenta y noventa, había un consenso básico, tácito y a la vez explícito que lo elevaba a la categoría de sujeto inmortal por su gesta y por su vida y que honraba no solo a la Facultad, sino que a la sociedad chilena toda, pues amó a su país como pocos, dando la vida y embargando de pena y orgullo a los suyos. Actualmente, se busca pasar por sobre el otro, evitando el mérito bien ganado o eludiendo lo intelectualmente adquirido a base de estudio y esfuerzo.

Hoy por hoy, la cuña fácil y el compadrazgo, ubicar al pariente o al amigo antes que al esforzado desconocido, se ha vuelto moneda corriente; se ensalza al que grita más fuerte, al que se ríe del resto, al que humilla sin sentido, al que habla mal del otro, al que avanza a codazos y se salta la fila, al que se cree más vivo porque no respeta las reglas, al que insulta con más facilidad, al grosero y al ramplón, al que acusa sin base, al que injuria sin motivo.

En fin, se premia, sin nunca reconocerlo, al que busca el conflicto y no la armonía, se estimula la mala fe por sobre el buen actuar y la prepotencia por sobre la deferencia en el trato. Estamos inmersos en una sociedad donde solo importa tener éxito, un triunfo obtenido a toda costa. Ante este escenario, es bueno retomar la historia y la hazaña hermosa de Arturo Prat, un hombre de letras que, en memoria de su sacrificio y honor, cada 21 de mayo se ve recompensado por la celebración del día del abogado, o mejor dicho, un día en que cada abogado se ve recompensado por la figura de Prat: un chileno que respetaba las normas y los principios del Estado de Derecho, un hombre creyente pero respetuoso de otras posturas, que amaba a su familia y a su patria más que a su propia vida hasta el punto de inmolarse por ella. Su historia bien puede observarse con diversos prismas, mirarse con los ojos del que busca la virtud o de aquel que indaga lo mundano.

Ojalá pudiéramos, en nuestra sociedad actual, quedarnos con la gesta del hombre, del ser humano ese niño que ingresa a la Escuela Naval, que siendo Teniente solicita permiso para estudiar y que amante del Derecho estudia con especial sacrificio la carrera de leyes en la Universidad de Chile y dedica su memoria la Ley electoral -en un acto de compromiso con la democracia y el Estado de derecho- un abogado que rindiendo su examen ante la Corte Suprema, luego crea una oficina de abogados, defiende a varias personas y piensa en luchar por la justicia, defiende ante un tribunal militar a su amigo Uribe y logra su absolución contra todo pronóstico, deja a su socio en la oficina para embarcarse en la Esmeralda y sin titubear un segundo, se entrega por una causa sin esperar recompensa alguna más que la muerte.

La hazaña inmortal del héroe naval debiera darnos una ruta para reencontrarnos como sociedad: retomar el respeto por la interacción humana como una conducta normal más que como una virtud, aceptar al que piensa distinto, tolerar la diferencia y no olvidar que, por esta patria, algunos seres humanos -como Prat- estuvieron dispuestos a dejarlo todo, haciendo gala del ejercicio de sus deberes al máximo y dejando los derechos para aquellos que lo necesitan. Me saco el sobrero por este abogado y patriota de verdad, valiente como ningún otro, su memoria no ha de morir ni como abogado ni como marino, Chile nunca dejará que se apague el destello de su memoria.

 

| LO MAS LEIDO