La Constitución de la República de Chile: ¿La casa de todos? Por Ernesto Vásquez

Feb 13, 2022 | Opinión

Ernesto Vásquez. Abogado, Licenciado, Magíster en Derecho y académico Universidad de Chile. Máster y Doctorando en Derecho, Universidad de Alcalá.                                                                       

La pauta más distinguida de un Estado, sin duda alguna, es carta fundamental, la norma más relevante de todo el ordenamiento jurídico de una sociedad es su Constitución Política de la República. En Chile, por mandato popular, se encuentra trabajando para ello, una Convención Constitucional, que debe proponer un texto que ha de ser sometido a un plebiscito donde la comunidad ha de aprobar o rechazar dicha propuesta. El tiempo se acota, sabemos que hay mucho trabajo realizado, bastante de buena fe, empero con la misma sinceridad, existen inconsistencias que no son coherentes con el discurso de la participación y del objetivo de ser ésta, Sí la casa de Todos. La Constitución Política que nos rige, posee un origen espurio, pues fue -como lo denunciara ex ante- el expresidente don Eduardo Frei Montalva- impuesta al pueblo de Chile.

Sin embargo, para recuperar un tránsito pacífico a la democracia se tuvo que buscar acuerdos -los costos de la paz y de no enfrentarse entre compatriotas, lo hacía necesario- y dicha ruta con las instituciones en ella existente, eran en principio muy autocráticas, por ello incluso antes de la ascensión al mando del Gobierno de don Patricio Aylwin, se hicieron varias reformas, ulteriormente se fueron en el tiempo efectuando otras tantas y finalmente, bajo el mandato de Presidente Ricardo lagos, se realizaron una gran cantidad, tanto que el propio jefe de estado de la época, calificó dicho texto revestido de la legitimidad, siendo una carta constitucional democrática.

Quizás el error de un gran presidente como Lagos, fue no plebiscitar dicho texto, unido a la rigidez de un sector de la clase política que prefería mantener el statu quo frente a un cambio razonable, en un país que a partir de la democracia, pasaba de un pasado precario y derrotista, a liderar en los números en todas las áreas en Latinoamérica y se daba además, un cambio en las mentalidad de la clase media emergente; parecía que aspectos objetivos de desigualdad y clasismo, donde castas eran parte del poder con zonas oscuras, requerían transformaciones que -como he dicho- no fueron posibles de realizar, por la obstinación de algunos sectores de no adecuarse a la época o de manera posterior -seamos claros, una intransigencia de grupos conservadores del país, sector que como la imagen de la mujer bíblica de la estatua de sal, se quedó estancado en décadas donde el origen, la familia, el linaje y el colegio, eran  factores más relevante para surgir en la sociedad que el mérito.

Sería largo de exponer los intentos -una y otra vez- de actores democráticos, por efectuar cambios, incluso existió en el Gobierno de la presidenta Michelle Bachelet, una propuesta de reforma constitucional, en el cual participamos y esto quedó truncado, cuando asumió el actual gobierno, con la frase del ministro del interior -ante un gremio empresarial- declamando: “El tema constitucional está cerrado”.  La historia dirá que producto de un estallido social y luego de algunas negociaciones legítimas dentro de una democracia, se logró superar una de las peores crisis de nuestra historia, muchas personas indignadas legítimamente, por abusos de diversas entidades públicas y privadas, pedían cambios profundos; para algunos, cambalaches innecesarios, para la gran mayoría, modificaciones que fundadas en la justicia, equidad y solidaridad, abrieran la ruta de la riqueza lograda por el país a todos sus conciudadanos, esto es, avances de segunda generación, sin desconocer el enorme desarrollo económico que permitió al país estar a metros de la meta de eliminar o dejar al mínimo la pobreza extrema, como muy pocos en américa latina y es que no podemos tapar el sol con un dedo, por algo, personas que están  muy cerca de “algunos paraísos de países con enormes derechos consagrados en sus cartas constitucionales, como letra muerta”, no quieren esas buenas intenciones entregadas a caudillos que luego de usar al pueblo se transforman en dictadores y sus habitantes prefieren cruzar varios países e internarse en el desierto -más árido del planeta-  con lo que ello implica y llegar al país de Mistral, Neruda y Parra; negar esta realidad es tapar el sol con un dedo.

Chile se convirtió en un polo de oportunidades, empero no era en lo jurídico, el hogar donde todos sus compatriotas se sentían que avanzaban con los mismos obstáculos; algunos partían desde el subterráneo mientras que otros -por sus vínculos personales o de amistad- lograban lo que a los demás les costaría toda una vida. Nicanor parra, el antipoeta, lo describía con acierto. “Hay dos panes. Usted se come dos. Yo ninguno. Consumo promedio: un pan por persona”. Chile era una máquina que funcionaba en apariencia perfectamente, pero requería ciertos ajustes razonables, en ningún caso, demoler lo avanzado, como bien lo ha reconocido el presidente electo Gabriel Boric: “Un país como el nuestro no se inventa de la noche a la mañana, y tenemos el deber de aprender de los aciertos y errores de quienes estuvieron antes que nosotros”.

La actividad pública, aquello que los romanos llamaban la res publica, etimológicamente hablando es el origen de lo que llamamos hoy, “la república” y una visión más laxa daría cuenta que es aquella unida a las labores de la política y las tareas propias que implican gobernar. Los griegos, dieron en elevar a la categoría de relevancia social, la política como el arte del ejercicio del bien común. Qué duda cabe, nada de ello hoy nos parece esencial en la labor política, pues observamos discusiones donde prima la conducta de quienes no están dispuestos a tranzar, ni menos abiertos a la crítica. Se desacredita con facilidad el disenso y se busca cierta uniformidad de pensamientos.

A veces observo con pudor intelectual, colegas letrados que insisten a diario en aparentar ser ejemplos de dignos personajes de la “polis” y la soberbia es su directriz de actuación, “o piensas como ellos o eres un facho pobre o un comunista”, según sea el contradictor del momento. Las redes sociales se han convertido en el continente donde pululan los expertos en todo y sabedores de la nada, los que se creen dueños de todas las verdades y actúan bajo la capucha de internet, con un sobrenombre y una foto falsa. Algunos, han asumido su existencia como personajes de la denuncia habitual, es como si no tuvieran vida propositiva; se alejan de aquello que nos señaló alguna vez John F. Kennedy: “No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país”.

De seguro -como dice el poema Desiderata- a pesar del odio y maldad, no podemos olvidar que, en medio de tantos engaños, la vida está llena de gestos de personas que laboran con nobles ideales.  Por ello, en este desafío constitucional, debemos evitar debilitar algunas instituciones que han funcionado bien, como un Banco Central autónomo y también estimo que el Bicameralismo en un sistema presidencial, es más razonable; con la separación de los poderes del Estado, una estructura democrática de derecho, que no esté sujeta a mayorías relativas, que perdure y tenga visión de futuro y sea en definitiva: “La casa de todos y todas quienes habitan en este país”, los compatriotas y quienes como inmigrantes han llegado en busca de una oportunidad, estos últimos han de ser apoyados y reconocidos, los que delinquen y no se adecúan a nuestra cultura, deben ser retornados por la misma puerta por la que llegaron.

Estamos en tiempos difíciles, hay una decadencia generalizada de las autoridades e instituciones, no existe el soporte moral superior más que la familia y hoy requerimos familias que conformadas de la manera que se estime, tengan como pilares de vida, el respeto, el amor y la educación, donde las personas posean normas básicas de urbanidad, un reconocimiento justo de sus derechos y una exigencia equivalente de sus deberes, empoderando a las comunidades para que puedan colaborativamente, revertir las confianzas quebradas. Es un problema universal, siguiendo, al profesor Dr. Ricardo Israel: “Desempoderar a las entidades policiales a nivel mundial ha tenido costos”.

Por ello, hay un desafío en reformar con ellos y no contra ellos, a los Carabineros de Chile, pues más allá de las graves acciones de un puñado de sus integrantes, hay otros millares que han dado su vida y preocupaciones por a la comunidad y ésta los requiere con más fuerza que nunca, mientras los policías sean deslegitimados y las buenas personas guarden silencio, serán los delincuentes los que estarán felices de dicho estado social de cosas.

Nadie está dispuesto a dialogar, solo se busca imponer posturas y creo que quienes participan en política y los integrantes de la comunidad, deben ser parte racional de una estructura y sistema jurídico cuya norma fundacional es la Constitución Política de la República. Una de las directrices que ha de establecer la Carta Magna es que —siguiendo a Aristóteles— el marco de un Estado sólido debe sustentarse con la igualdad de los individuos frente a la Ley. En esto, Sófocles era más radical y afirmaba —no sin acierto— que el único sino de un Estado donde existe la impunidad respecto de la insolencia y el libertinaje, es hundirse en el abismo.

El ser humano -se ha dicho- normalmente promete en el susto y no paga en el gusto. El chileno, en particular, es hijo del rigor; adora los derechos y desdeña los deberes. Siempre el malhechor o el sinvergüenza buscarán argumentos banales para no cumplir con sus obligaciones y con la ley. Ello ocurre en lo público y en lo privado. Sin embargo, no debemos sólo observar el vaso medio vacío. Existen muchos funcionarios que aman su trabajo y honran su labor de servicio público. Son aquellos los que atienden con alegría y con una sonrisa a sus conciudadanos, los que están dispuestos a dar la vida por el respeto del derecho, los que ven en sus roles no un privilegio, sino una carga positiva, para ser servidores de sus compatriotas. Por todo ello es tan importante, que la Convención Constitucional, proponga razonablemente una nueva carta fundamental, que sea la casa de todos quienes habitan nuestra patria y nos permita, con respeto a los principios del Estado democrático de derecho, construir la patria justa que nuestros héroes soñaron, superando este tiempo de grises días, agravado por la pandemia que nos ha dejado un legado de dolor y amargura. Debemos volver a soñar en un Chile como algo al menos cercano “a la copia feliz del edén”, como lo declama nuestro himno patrio y que lo cantamos con orgullo. La misión es compleja, ser tolerantes y demócratas siempre, es la meta, respetando a las minorías, conviviendo en paz y armonía.

 

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