La justicia local, las pequeñas grandes-causas y la justicia vecinal, un cambio posible. Por Ernesto Vásquez.

Mar 13, 2022 | Opinión

Ernesto Vásquez. Abogado. Licenciado, Magíster y Académico de la U. de Chile. Máster y Doctorando en Derecho. Universidad de Alcalá.

Una autoridad dijo lo obvio: “Para las personas, lo que los demás observan como pequeñas causas, eran para ellos, una gran causa”, acuñando así la frase: “Las pequeñas grandes causas”, ligadas al ámbito de la justicia. Aunque se trate de una obviedad y por ser así considerado, se omite y por ser invisibilizado, el tema se olvida. Hoy renace una discusión en medio de los cambios posibles: Ir de una Justicia de Policía Local a una Justicia Vecinal. Permítaseme una discreción autorreferente, a saber: uno de los ramos que tomé con mayor entusiasmo en la Universidad de Chile, fue justamente Policía Local, a pesar que ese ramo, no era muy bien evaluado por mis compañeros, como una ruta posible.

La carrera de derecho posee un ADN de egos que se van asomando en el tiempo, pues luego, ser abogado experto en delitos económicos y ajeno a la Responsabilidad Penal Adolescente u Homicidios, era una ruta para “distinguirse”; en fin en esta profesión cada uno elige ser arquitecto de su propio destino, o un letrado feliz con lo que se hace o un “personaje” que puede -de seguro- o llenarse los bolsillos con sus trabajos o ser un predicador de la moral colectiva o simplemente, trabajar con amor, como dijo Kahlil Gibran: “Significa sembrar  con cariño y cosechar alegría, como si tu amado fuera a comer las frutas. El trabajo es el amor hecho visible. Y si no puedes trabajar con amor sino sólo con repugnancia, es mejor que te vayas de tu trabajo y te sientes en la puerta del templo y consigas limosna de aquellos que trabajan con alegría.”

Este resumen del poeta libanés ha sido mi norte, demostrar y laborar en aquello que me sintiera feliz. Por ello, apenas me fue posible, trabajé durante unos tres años, en la Justicia de Policía Local como secretario abogado junto a un gran Juez, Don Juan Aguad Kunkar -nos unían coincidencias increíbles: ambos nacimos en Quillota, Estudiamos en el Liceo Valentín Letelier y en Pío Nono, amén que nos gustaba el deporte. Del Maestro aprendí muchas cosas y rescato de aquel, el buen trato y la deferencia como directriz de conducta. Quiso el sino de la vida colocar sobre el carril de mi futuro, la reforma procesal penal y por tanto, el desafío de aquel proceso -oral, público y transparente- tan diferente al sistema inquisitivo que tenía nuestro país, me daba una alegría de trabajar en una gran reforma -que con sus bemoles y como toda obra humana, siempre perfectible- le daba sentido al título de abogado.

Primero, estuve en la Defensa Penal (hice realidad el rótulo: “ Sin Defensa no hay Justicia”) amé ese trabajo y obligado a buscar nuevos horizontes, después de casi tres años en esa labor, pasé -por concurso público- al rol contrario y me enamoré nuevamente del ejercicio de la abogacía, ahora declamando en favor de la comunidad; realizar labores de investigación de casos simples y otros complejos, ser pionero en el tema de la justicia juvenil y marcar un hito en la investigación de delitos contra la vida (de aquello estudiados por mi maestro Mario Garrido Montt) con la causa que fue un hito en mi vida, en la institución y en el país: El caso Zamudio. Amé ese trabajo que desarrollé por quince años en la Fiscalía, entregué múltiples proyectos e ideas y sobre todo, focalicé un punto de trabajo adicional, la vinculación con las entidades policiales, cuestión que hago hasta hoy.

Las críticas y quejas las hice con quien y donde correspondía, jamás de mi boca públicamente diré algo malo que afecte a la Defensoría o la Fiscalía; el afecto y gratitud me lo impiden, creo parafraseando al vate Amado Nervo, “lo di todo cuando estuve en la fiscalía, recibí más aplausos que críticas, conocí más amigos que gente deshonesta, tengo memoria positiva selectiva y siento que me fui en paz, nada me deben nada les debo.” Con todo, rondaba en mi mente volver a aquel objetivo juvenil, la justicia local y quedé -entiendo por mis méritos- siguiendo el concurso público como Juez. Y ¿por qué volvía a la base de la estructura jurisdiccional?, simplemente porque me gustaba ejercer como Juez cercano a la comunidad y ello, he tratado de hacer; crear un clima laboral adecuado, buscar una atención de excelencia y pese los precarios recursos sistémicos, dar respuesta oportuna y estar presente en mi despacho, durante toda la pandemia; conocer a los vecinos y las autoridades y organizaciones sociales, entregando algo más, en particular a partir de un programa creado para la comunidad antes del estallido, para acercar el derecho a la gente con el proyecto: “Derecho a tu comuna”, buscando empoderar liderazgos positivos para servir a la comunidad y empoderarlos.

En paralelo, no solo continuar, con la labor corriente de un tribunal y ahondar más en la vinculación policial, sino hacer algo adicional que me llene el corazón y que haga la diferencia. Pero, me he topado, con algunos obstáculos legales y de recursos, muchas veces no hay ni ganas ni recursos para hacer un proyecto. No ha sido sencillo actuar como Juez, en medio del llamado estallido social y luego, enfrentando la pandemia con su estela de dolor y también con los miedos y temores que la ciudadanía ha tenido en las interacciones personales, unido todo a una sociedad empoderada de derechos y olvidadiza de sus deberes colectivos. Existen múltiples conflictos colectivos que algunos los ven como menores o insignificantes, simples disensiones vecinales, problemas en las convivencias colectivas, algunas denuncias por temas de infracciones al consumo, incivilidades urbanas que afectan la vida de las personas, en fin, una serie de temas y varias decenas de materias que conocen los Juzgados de Policía Local y obvio, con sus defectos y nudos críticos, perfectibles como toda obra humana.

La preocupación sobre el tema de las causas cotidianas de los integrantes de una comunidad -que no tienen eco en los tribunales ordinarios de justicia- no son nuevas ni en nuestro país ni en el mundo, en particular en América del Norte y Sudamérica, se han dado varias fórmulas para enfrentar este tema, hay múltiples diagnósticos concretos y muchas respuestas, algunas teóricas y otras prácticas. Hay diversos caminos o rutas jurídicas que se han seguido, desde los jueces de paz, una justicia entre vecinos más rápida y menos formalistas, la llamada “puerta múltiple”, la mediación y salidas alternas, entre otras tantas respuestas que el Estado debe dar para enfrentar una necesidad y dable es destacar, que el gobierno que se va, en la parte de Justicia (y otros antes) enfrentaron planes pilotos de Justicia Vecinal y siendo positiva la evaluación de dichos planes, hubo siempre un nudo crítico, faltaba una parte de respuesta jurisdiccional. El exministro Hernán Larraín, asumió en serio -me consta éste y otros desafíos- pero sabemos que la vorágine del país, lo alejó de la meta posible.

Hoy existe en el Misterio de Justicia una mixtura positiva entre una ministra la Socióloga doña Marcela Ríos y un Subsecretario, el abogado Jaime Gajardo, quienes, de seguro, con esta mirada multidisciplinaria, han de enfrentar con entusiasmo y compromiso esta temática y otras, como la ley de responsabilidad adolescente, con la calidad y la urgencia que requieren, parafraseando al presidente Gabriel Boric: “Vamos lentos porque vamos lejos, pero vamos juntos y consultamos a los que saben”. Sería ideal, que por primera vez en la historia un gobierno se planteara como meta, entregar a los vecinos y a las comunas, una justicia, ágil, de calidad, cercana y humana; para ello, si bien la respuesta posible pueden ser los Juzgados Vecinales donde haya Jueces letrados y otros profesionales, no debe olvidarse que cuando se hizo la reforma procesal penal, por razones obvias de recursos humanos, físicos y conforme los principios de la realidad y la continuidad de la jurisdicción, se dio una ruta de transformación de un sistema inquisitivo a uno acusatorio, entregando fórmulas transitorias para habilitar y capacitar, a los Jueces y Juezas del Crimen, sea a través de la Academia Judicial directamente o con programas equivalentes de otras entidades.

El desafío es enorme, no basta con suprimir los Juzgados de Policía Local y dejar a millares de personas sin su fuente laboral y usuarios sumidos en la incertidumbre, lo relevante sería, buscar fórmulas para que a partir de las ubicaciones que hoy ya existen en los lugares más recónditos del país, transformar dichas instancias en una Justicia Vecinal integral, incorporando, otras respuestas más que el reproche, como las salidas alternas, la mediación y otras, que permitan dar una respuesta oportuna y eficaz a las nuevas formas de conflictos que a nivel local se presentan y que para los vecinos y otras personas, son sus grandes pequeñas causas, para ese fin el día veinticuatro de marzo, con el patrocinio del Instituto Nacional de Jueces de Policía Local y el Círculo Chileno de Doctorandos de la Universidad de Alcalá, la colaboración de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile y la Universidad de Alcalá, junto a distinguidos profesores de dicha institución, abordaremos esta temática, con ópticas diferentes y seguramente, podré dar más detalles sobre aquello que a partir de Jueces y Juezas, capacitados y comprometidos, podamos construir los nuevos Juzgados Vecinales, con la entrega y compromiso de los Juzgados de Policía Local, pues la invitación es a pensar y reflexionar a quienes tengan interés en la materia y por tanto, llegar a desarrollar un cambio positivo, pero reflexivo, pues como decía Confucio: “La reflexión es parte de la experiencia que adquirimos”.

Con la modesta experiencia del suscrito, creo que lo mejor es trabajar con esperanza y fe en un país mejor, el derecho debe estar al servicio de las personas y si bien hay respuestas oportunas en materia de la justicia local actual, los nuevos tiempos y la multiplicidad de materias, hacen que nos adecuemos al cambio y para ello, estudiar y conocer es nuestra ruta, oponerse al cambio sin más no es propio de un ser racional; pues -remataba Confucio- “Los únicos que no cambian son los sabios de primer orden y los completamente idiotas”

 

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