Reconstruir el alma de una nación con fe y esperanza. Por Ernesto Vásquez.

Nov 8, 2020 | Opinión

(Dedicada a mi familia que eligió EE.UU. para materializar sus sueños)

Por Ernesto Vásquez Barriga. Abogado. Licenciado, Magíster y Académico,  Universidad de Chile. Máster y Doctorando, Universidad de Alcalá.

Este siete de noviembre, en horas de la tarde, triunfó no sólo Joe Biden, como nuevo Presidente de Estados Unidos de Norteamérica y su vicepresidenta Kamala Harris, sino una forma de resolver las diferencias, las urnas y un mecanismo sistémico de lo mejor que la política ha podido crear en la imperfección humana: La democracia.

Permítaseme una discreción y gratitud familiar; algo de emoción casi impropia sentí al escuchar a la nueva vicepresidenta, no sólo porque ella se refirió a los afroamericanos, a su madre, su origen y recordó a los latinos, hizo referencia a que en su sociedad las personas no tenían límites para concretar sus sueños y que cualquiera niña ahora podría saber que puede llegar a ser -como ella- líder de su país. Pensé en mi madre Julia de noventa y tres primaveras y su amada hermana Rosa, que vive hace medio siglo y más en el país del norte junto a su prole, justo leí un mensaje de mi querida prima Claudia, quien -desde New Jersey- me dijo simplemente: “Estoy en el cielo con felicidad”. Hay que haber salido de las fronteras para entender a quienes han debido vivir con normalidad la explosión de sus familiares producto del exilio económico, hubo un tiempo, incluso antes de la dictadura, donde los chilenos planeaban con salir a buscar sueños más allá de nuestras fronteras, hay muchos compatriotas por el mundo y soy testigo del amor por el país que los que están fuera de los límites de la cordillera, profesan; lo vi con otros parientes en Sidney, algunos incluso me decían que querían regresar para terminar sus días en “su Chile”.

Esto, me ha llevado a tener otra perspectiva frente a la inmigración, a veces veo a los míos en ellos. La familia se desangra lentamente y jamás será el mismo tronco. También recordé a mi querido ahijado arquitecto, quien ha buscado otro desarrollo en el país de la libertad y el perfeccionamiento académico. Con la ruta de la tolerancia y respetando cualquier postura, quería que el mapa electoral de Estados Unidos se vistiera de azul y una felicidad contenida me abrazó el alma. Era justamente Pensilvania -un Estado donde tengo otro familiar- el que daba el triunfo a la dupla de la esperanza. Filadelfia era más que nunca el eco de la campana de la libertad que reposa en el lugar donde se firmó la Declaración de Independencia y la Constitución del país cuyo lema siempre era: “En Dios confiamos”. Por cierto, no es el paraíso, empero reina la libertad y ahora florece la democracia, un tesoro en un mundo de caudillos y tiranías que oprimen a sus pueblos.

Las primeras palabras del presidente electo de una de las naciones más poderosa del mundo estuvieron marcadas por el sello de la unidad y de armonía. Se coligen de este primer discurso, que la ruta es la esperanza. Ha sido demasiado tiempo de dolor y de divisiones, de competencia y llegó el momento de la cooperación, de la razón y de la ciencia -dijo el presidente electo- y recordó que cuando joven, al salir de su hogar su padre le dijo “Ve y mantén la fe hijo”; su madre, le retrucó “No hijo, no retengas esa fe, compártela”. Pensé por un instante en mi país, donde necesitamos líderes que puedan darnos esperanza con el ejemplo, pues creímos que de un día para otro el infierno nos esfumaba, tuvimos una luz que pasamos a nuestra prole, para que con su pureza, pudiera construir sueños nuevos y rutas propias, pero el mal se enredó con nuestra fe y los anhelos de nuestro pueblo; el fuego, la destrucción y el caos, parecía eran el sino que nuevamente golpeó a los más precarizados y a aquellos que se habían esforzado en subir algunos peldaños en sus desarrollos y emprendimientos.

El dolor de una parte de los efectos del estadillo se ensañaba con la clase media y luego, vino la pandemia con su estela de muerte y congoja. Aún queda el aura de la odiosidad sin reencuentro. Hoy también para Chile y nuestra sociedad, es el momento de mirar el futuro sin pequeñeces, de pensar en el país que queremos entregar a nuestros herederos y si para ello hay que hacer una nueva Constitución -como es el mandato de un plebiscito ejemplar- es el momento de dejar la huella de la otra carta en el pasado, nuestra prole y otros jóvenes, son de una época diversa que nunca podrá asumir que este Chile, era un país precario y que de pronto llegó parte de la riqueza y que se hizo un torta hermosa, que algunos torpemente, se negaron en repartir oportunamente en forma justa y que se transformó en un infierno esta sociedad otrora maravillosa. Entonces, como en el país donde hay algo de mi sangre en hermosos seres humanos y donde renace la fe en la democracia, nosotros nos reencantarnos con esperanza en casa.

Aunque la existencia es un hermoso regalo, bajo la roseta que sella el envoltorio hay de dulce y agraz. Saber distinguir y apreciar lo bello de cada momento, superar las congojas pasajeras y no quedarse temeroso en el umbral del mundo; usando el humor y el amor como impulso, son la clave de quienes logran vivir y no sobrevivir solamente. Experimentar responsablemente, elegir con sabiduría, disfrutar con armonía respecto de otros y del entorno, es la ruta más sabia y humana elegible. Proyectarse positivamente con nuestros sueños e ideales, reconociendo nuestras precariedades e imperfecciones, teniendo de socio a nuestras propias convicciones, como el velero que persigue su destino usando de aliado el viento que le ataca, conduce para abrazar el anhelo que todo puede ser posible si es que estamos del lado positivo de la existencia, si avanzamos sin buscar mellar el honor y dignidad de otros. Sólo actuando así, nuestros logros serán sólidos ante los ojos de los justos y nuestro espíritu estará gozoso para declamar su felicidad. Y aunque caminarás por senderos de espinas crueles, encapuchadas entre rosas por estelas nebulosas y brumosas, no deberás perder la confianza que te llevará a un mañana mejor.

La luz que podrá ayudarte en esa ruta es tu inteligencia, unida al valor, al compromiso y al temple. Saber que se puede cambiar y corregir un mal paso. Sólo el débil de espíritu desfallece por cualquier situación negativa, desconociendo que la felicidad es una recta de puntos destellantes de alegría, cuya línea completa sólo se divisa nítida desde la distancia, con mirada retrospectiva. El mejor faro es la confianza, que se consolida, nutre y renueva sus esperanzas cada vez que surge el llanto de un nuevo ser humano o con la flor que emerge libre desde el cactus y también cuando la lanza venenosa equivoca su rumbo e inerte cae en el desierto o cuando la palabra mal dicha se ahoga sin llegar a su meta. Como una flecha que viaja hacia lo alto solo en busca del sino positivo, tengo también el anhelo que el dolor que subyace en mi país mejore pronto, con tolerancia, unidad y más democracia. Tengo en fe en Chile, hoy, tengo algo de esperanza.

 

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