El poder del lenguaje claro. Por Lamberto Cisternas

Ago 3, 2020 | Opinión

Créditos Imagen : Poder Judicial

Lamberto Cisternas. Exvocero de la Corte Suprema.

Pido perdón por no escribir sobre un tema jurídico.

Más bien quiero reflexionar sobre algo que, sin ser estrictamente de esa índole, es importante no sólo para lo jurídico -entendida esa palabra en su sentido más amplio-, sino también para toda actividad en que se exprese un contenido normativo.

Con la expresión lenguaje claro, es obvio, se postula que lo dicho por la autoridad sea entendible para todas las personas, sobretodo aquellas a quienes puede afectar el contenido normativo, y no sólo por los especialistas o por los que se han instruido en la materia de que se trata.

Con mucha razón -al menos en el plano teórico- puede argumentarse que este postulado carece de sentido, desde que al hablar de lenguaje se hace referencia a la capacidad propia del ser humano para expresar ideas y sentimientos por medio de la palabra, cuyo objetivo es comunicarse con los otros, por lo que siempre debiera ser de manera entendible, precisamente para cumplir ese objetivo.

Sin embargo, en la práctica el lenguaje no suele ser claro y los documentos con contenido normativo no lo son, en el sentido señalado más arriba. Así, sucede muchas veces con las sentencias, los decretos y reglamentos, las mismas leyes y también con las explicaciones que entregan las autoridades o voceros sobre los diversos contenidos.

Si tomamos, por ejemplo, una ley cuyos destinatarios son principalmente los trabajadores, como lo es la Ley de Protección del Empleo, constataremos, después de su lectura, que no es de fácil entendimiento para la gran mayoría de los trabajadores. En realidad, no lo es, incluso, para quienes tengan alguna especialización en el tema.

Esa situación obliga a dictar instrucciones, que suelen ser muy técnicas y marcan de nuevo distanciamiento con los trabajadores -en el ejemplo propuesto- o, en otros casos, con los distintos usuarios, como pueden ser -en otro ejemplo- los consumidores. Además, lleva a éstos a agolparse en las oficinas que prestan los servicios, tratando de obtener los beneficios o de aclarar sus dudas, o a buscar asesoría con personas que muchas veces no los atienden bien o les cobran por ello.

Existe conciencia de la necesidad de llegar a la comunidad con un lenguaje claro -esto es, que dé luces- y por ello el Poder Judicial y la administración han desplegado muchas actividades para que los documentos que de ellos emanan se expresen de esa forma y sean realmente entendibles por todas las personas; lo que está en consonancia con recomendaciones de instrumentos y organismos internacionales, que se han preocupado de incentivar el uso del lenguaje claro.

No obstante, la existencia de estos esfuerzos, la realidad de todos los días nos muestra la necesidad de insistir en el empeño de lograr que efectivamente utilicemos un lenguaje claro, entendible por los ciudadanos tal cual lo necesitan y conforme a la educación formal que han recibido.

Es imprescindible llegar a que cualquiera persona pueda entender, al menos en sus líneas generales qué es una ley, o un reglamento, o una sentencia, y, por cierto, sus respectivos contenidos. Y que también entiendan a quienes como voceros traten de explicarlos.

 

 

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